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Seguridad

Nunca uses tu tarjeta de crédito para pagar la compra: la razón que explican los expertos

Detrás del pago más rápido se esconde un riesgo que muchos subestiman

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En los últimos años, el uso de tarjetas de crédito se ha extendido mucho más allá de las compras grandes o excepcionales.

Cada vez más personas las utilizan también para pagar el supermercado, la gasolina o el café de cada mañana. Esta comodidad, facilitada por la digitalización y los pagos sin contacto, ha transformado la forma en que percibimos el dinero y gestionamos nuestros gastos cotidianos.

La psicología detrás del pago con tarjeta

Diversos estudios en economía del comportamiento han demostrado que el modo en que pagamos influye directamente en cuánto gastamos.

Cuando se usa una tarjeta de crédito, el acto de pago se desvincula emocionalmente del gasto real. No vemos el dinero desaparecer, y esa falta de percepción inmediata reduce la sensación de pérdida. Por eso, pagar con tarjeta tiende a hacernos gastar más de lo que gastaríamos con efectivo.

Pasar de herramienta útil a fuente de deuda

Las tarjetas de crédito nacieron para facilitar compras grandes o imprevistos, ofreciendo un margen de pago a corto plazo. Pero cuando se utilizan para cubrir gastos rutinarios, se convierten en un crédito rotativo continuo.

Si el saldo no se liquida completamente cada mes, los intereses pueden superar fácilmente el 20 % anual. Lo que comienza como una forma de "ganar tiempo" acaba transformándose en una deuda que crece silenciosamente.

Un contexto que agrava el problema

La subida de precios y el aumento del coste de vida han hecho que muchas familias recurran más a la tarjeta de crédito para llegar a fin de mes.

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Retrasar los pagos genera una sensación temporal de alivio, pero a largo plazo compromete la estabilidad financiera del hogar. Además, el uso continuado del crédito para gastos básicos puede dificultar distinguir entre necesidades reales y gastos prescindibles.

La alternativa del efectivo y la planificación

Los especialistas en finanzas coinciden en que volver a usar efectivo, o al menos limitar el uso de la tarjeta a compras planificadas, ayuda a mantener el control.

Sacar una cantidad concreta antes de hacer la compra o establecer un presupuesto semanal en efectivo refuerza la percepción del gasto y reduce los impulsos. Quienes aplican esta estrategia suelen reportar una reducción notable en los gastos innecesarios.

Un uso más consciente del crédito

Evitar la tarjeta de crédito para la compra diaria no implica renunciar a ella por completo.

El problema no está en la herramienta, sino en convertirla en una extensión del ingreso mensual. Conclusión