Psiquiatría
¿Por qué mueren las actrices porno?
Los comentarios de su entorno y de las personas que se esconden en el anonimato de internet pasan factura
Las actrices y actores del cine porno sufren una gran presión, tanto de su entorno más cercano como de las personas que se esconden en el anonimato de internet.
En 2017, cada minuto 44.000 personas se conectaban a una de las principales páginas de pornografía, PornoHub. Visualizaron 91.980.225.000 vídeos, a una media de 12,5 vídeos por habitante de la Tierra. Cifras estratosféricas que explican la cantidad de dinero que mueve esta industria y, como no, la presión que sufren las actrices y actores que se dedican a ella, que, al igual que el número de visitas, sigue creciendo.
Días antes de que esta plataforma de contenido porno ofreciera estos datos, las autoridades de Las Vegas (Nevada, EE, UU) hallaron muerta en su apartamento de Las Vegas a Olivia Nova, una actriz de 20 años “con una personalidad muy dulce y amable”, según afirmó en un comunicado la agencia LA Direct Models para la que trabajaba. Su cuerpo fue hallado sin pruebas de que hubiese implicadas terceras personas pero también sin evidencias de un suicidio. Apenas llevaba un año en la industria del porno, pero como indican sus últimos tuits, se sentía bastante sola. “Estoy sola en vacaciones y me gustaría llamar a algún fan para levantarme el ánimo”, escribía tras un rodaje en París. Uno de los motivos que provocaron estos episodios de soledad continuada y falta de autoestima fue el repentino suicidio de su novio por una sobredosis de heroína, dos días antes de su cumpleaños.
Nova se suma así a las otras tres actrices porno que han fallecido en los últimos dos meses. Las cuatro, jóvenes promesas que eran víctimas de miedos, presiones a través de las redes sociales y falta de cariño en una industria que sufre un fuerte estigma social. Así lo asegura Marina, más conocida como Amarna Miller, una española de 26 años que hace varios años se trasladó a Los Ángeles tras descubrir que se sentía a gusto rodando escenas en las que la sexualidad es la protagonista. “Es curioso que la gente siga preguntándonos si existe estigma alrededor del trabajo sexual. ¿No resulta obvio?”, se pregunta.
Hace solo un par de semanas también fallecieron en similares circunstancias Shyla Stylez y August Ames. Shyla, de 35 años, lo hacía el pasado 9 de noviembre en la casa de su madre en Canadá, donde había pasado unos días de vacaciones. Lo único que se conoce de su muerte es que su corazón se paró mientras dormía. En cambio, sobre August ha trascendido que se ahorcó, el 7 de noviembre, por las presiones que había sufrido en las redes sociales tras negarse a rodar una escena con un actor gay. Intentó explicar su decisión, pero los insultos continuaron y no soportó la presión.
“Cada vez que una chica decide hablar de su negocio se orquestan auténticas campañas de acoso para desacreditar sus palabras”, continúa Amarna Miller. “En la sociedad contemporánea el sexo sigue siendo un tabú y ofrecer servicios sexuales a cambio de dinero se considera algo negativo”. Ella lo vive cada día a través de los vídeos que sube a su canal o en las redes sociales. Y es que los comentarios del entorno y de, incluso, las personas que se esconden en el anonimato de internet pasan factura. “Siempre que me preguntan qué es lo peor de haberme dedicado a la pornografía contesto que la presión social. Ni el trabajo precario, ni la lucha constante para que las compañías o los agentes no se aprovechen de ti, ni los contratos abusivos hacen sombra a tener que enfrentarte cada día a tener una letra escarlata grabada en la frente que dice: 'Me he dedicado al porno'. La presión es espectacular”, dice tajante esta joven graduada en Bellas Artes que no deja de idear nuevos proyectos. Ella ha denunciado en varias ocasiones el acoso que sufre no solo por su trabajo, sino también por sus opiniones. “A ver si os repasáis esos juicios morales que os hacen juzgar el trabajo sexual como un curro diferente a otro cualquiera”, escribía en un tuit hace unos meses ante el aluvión de críticas que recibió por parte de diferentes grupos feministas tras decir que “rodar una escena sin que te apetezca no quiere decir que te estén obligando a grabarla”.
Sin embargo, no todas las mujeres que graban cine porno están de acuerdo con que exista una importante presión. La gaditana Samia Duarte lleva muchos años dedicada a esta profesión y explica a este diario que no siente “ningún tipo de presión. Se la pone cada uno”. Tiene claro que “tengo fans y gente a la que no le caigo bien o no le gusta lo que hago, pero así es en cualquier trabajo, incluso en la vida cotidiana”. Con respecto a las jóvenes que han fallecido en Estados Unidos, Duarte cree que detrás de esos posibles suicidios “hay problemas mentales profundos. Es mucho más fácil echarle la culpa al porno que asumir los problemas personales”, añade.
Uno de esos casos es el de Yurizan Beltrán, más conocida como Yuri, una actriz de 31 años que apareció el 17 de diciembre rodeada de decenas de pastillas diferentes. Los informes policiales apuntaban a la sobredosis de barbitúricos como causa de la muerte.
En el ranking por países que acaba de publicar PornHub, Estados Unidos se mantiene, un año más, a la cabeza de los mayores consumidores de pornografía, le siguen, a bastante distancia, Reino Unido y Japón. España ha vuelto a subir en este listado y se sitúa en la duodécima posición. De media, el tiempo que cada español dedica a una página de porno son nueve minutos y 10 segundos, un minuto menos que en Norteamérica. Eso sí, en nuestro país, por el momento, no se han registrado casos de actrices que hayan terminado con su vida. Así lo confirma Silvia Rubí, el nombre artístico de Nadine Dalle, que desde 2006 trabaja en la industria del porno. Ha ganado varios premios por sus escenas e insiste en que “en España no se han dado casos de suicidios, pero sí te puedo asegurar que vivimos un acoso y derribo permanente”, asevera a LA RAZÓN. “Si bien recibimos halagos y alegrías varias, también tenemos que aguantar una avalancha de opiniones de gente desconocida y conocida, de colectivos que en teoría te defienden y luchan por nuestros derechos”. Sostiene que “dan argumentos muy negativos sobre nuestro trabajo y estigmatizan la figura de la trabajadora sexual”.
Lo cierto es que su trabajo las mantiene constantemente en el foco mediático y llega a afectarles en sus relaciones personales, como relata a este diario Carolina Abril, otra actriz española que trabaja en el cine erótico. “Si, por casualidad, tienen algún amigo famoso te piden que no hagas pública la amistad para no perjudicarle profesionalmente. Hasta tu familia te juzga”, explica esta canaria a la que, aún hoy, le cuesta volver a su lugar de origen, ya que después de que su primer vídeo porno se hiciera viral, a ella también le pusieron la letra escarlata. “Allí las chicas me insultaban y me querían dejar en ridículo”. Y recuerda uno de estos episodios: “Una vez en la fiesta del pueblo me llevaron engañada donde tocaba la orquesta. Me dijeron que ahí estaba mi prima y fui sin dudarlo. Al llegar, me levantaron el brazo y gritaron tan alto que tuvo que parar la música: ‘Esta es la guarra que se vende y se deja grabar’”. “Salí corriendo y regresé a la capital jurando que nunca, nunca, volvería a confiar en la gente del pueblo”. Han pasado años pero hoy, “si voy y saludo a algún amigo por educación, sus novias vienen a empujarme y decirme que no les dirija la palabra”, afirma con pesar.
Tanto ella, como la mayoría de chicas, hablan bien de la industria española, y no tanto de la de otros lugares como la de Budapest, una de las más importantes del mundo, “donde no se preocupan de ti. No les importa si comes o no”, sostiene Abril. Todas ellas insisten en lo más básico: “Todos somos personas, da igual la profesión a la que nos dediquemos”, concluye la canaria.
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