Mascotas

Raquel Martos: «Cuando murió mi hermana, Betty se sumó a mi llanto»

Su mascota, una mezcla de teckel con «no sabemos qué más», llegó a la vida de la periodista porque la familia que la tenía no podía hacerse cargo de ella

La teckel se ha convertido en su gran apoyo desde hace un año y medio
La teckel se ha convertido en su gran apoyo desde hace un año y mediolarazon

Su mascota, una mezcla de teckel con «no sabemos qué más», llegó a la vida de la periodista porque la familia que la tenía no podía hacerse cargo de ella.

Es la mujer orquesta del periodismo. Ha trabajado en programas televisivos como «El hormiguero» y radiofónicos como «No somos nadie», «La ventana» o «Protagonistas». Actualmente presenta una sección en «Julia en la Onda» (Onda Cero) y es columnista en Infolibre. Después de dos novelas, ahora publica su libro más personal: «Los sabores perdidos» (Ediciones B) con recetas de la prestigiosa chef Gabriela Tassile.

En él, sus personajes asisten a un curso de cocina emocional... y terminan haciendo terapia grastronómico-terapéutica. «No me fio de la gente a la que no le gusta comer. No a todo el mundo le tiene que apetecer guisar, pero los fogones exorcizan la urgencia puesto que la cocina necesita su tiempo, su mimo, su paciencia... ¡Una terapia!», nos dice con su perrita Betty en brazos. Es una preciosa mestiza, cruce de teckel «con no sabemos qué más», lista como ella sola y que llegó a su vida porque la familia que la tenía no podía hacerse cargo de ella. Llevan juntas un año y cinco meses y no se separan, «cuando escribo, empieza a mirarme desde su silloncito, se acerca para que la acaricie y me da con la pata en la mano... hasta que termino tecleando con ella en el regazo. ¡Es adorable! Siguiendo con la metáfora de mi novela, me la comería cada cinco minutos, y así mezclo cocina y perra (risas)». Es ama permisiva que consiente que se suba al sillón, e incluso «cuando dormimos, empezamos la noche cada una en su sitio: ella en su camita y yo en la mía. Pero cuando baja la temperatura, no me preguntes cómo llega a mi cama, frente a mi cara (risas)».

De todas las cosas increíbles que le han pasado con Betty, «sin duda la de mayor conexión fue cuando murió mi hermana. A mí me cuesta muchísimo llorar, pero un día estallé en lágrimas y la perra se sumó a mi llanto. Estalló como una niña pequeña al verme tan mal. No obstante, con mi gato Manolín, que ya no está conmigo, tuve momentos así de intensos, aunque los felinos digan que son más raros». En cuanto a las «chuches», asegura que cuando guisa –«y soy muy guisona»– le da cosas desde la encimera, pero «la campeona del consentimiento es mi madre. Cuando vamos a su casa es como si fuera al Bulli. Su cocina siempre está en actividad, por lo que la perra puede comer desde pollo con arroz a pasta con carne... ¡o crema catalana!». Salimos a dar un paseo, las tres, por su barrio, y se acerca a pedir cariño a todo el mundo, «lo peor
–que a mucha gente no le gusta– es que da besitos en los morros. A mí me encanta». Como dos buenas amigas las veo marcharse. Realmente, será su mejor compañera en este viaje de promo de su grandísimo libro.