Almería
Raúl R.F. permanece detenido, acusado de ocultar el asesinato
Después de siete días de búsqueda, la Guardia Civil comenzó a sospechar que Jonathan Moya tenía que haber recibido ayuda de una tercera persona. El principal sospechoso se convirtió en asesino confeso en cuestión de horas, el tiempo que duró el interrogatorio. Además de indicar la forma en la que mató al bebé y el lugar en el que lo abandonó, los agentes encontraron indicios de que Raúl R.F. podía haber conocido la noticia del crimen y haberla ocultado de forma premeditada. Por ello, de inmediato, se procedió a su detención. Raúl, también de 25 años, trabajaba de guardia de seguridad en locales de copas y conoció a Jonathan en Almería. A diferencia del asesino confeso, no tenía antecedentes penales pero su relación era bastante estrecha. No está clara su implicación en el caso, pero los agentes no quieren dejar ningún cabo suelto. La amistad con Jonathan era conocida por la familia del bebé. De hecho, Jonathan le habló en numerosas ocasiones a Gema María de su amigo Raúl, según explicó ayer Leticia Reyes, tía de la niña asesinada. La relación entre ambos era muy estrecha. De hecho, el asesino confeso fue detenido en el mes de junio en el mismo lugar en el que se localizó a Raúl el pasado jueves. El historial delictivo del asesino contaba con 12 antecedentes por estafa, apropiación indebida y usurpación de funciones públicas. Jonathan había pasado por la cárcel y durante el periodo de libertad provisional volvió a delinquir. En el momento de su detención, el pasado mes de junio, se encontraba en busca y captura por diversos juzgados de la capital almeriense así como por el juzgado de vigilancia penitenciaria e ingresó en la cárcel de El Acebuche por orden del titular del Juzgado de Instrucción número 5 de Almería. Jonathan, además de intentar contactar con mujeres por internet, utilizaba esta herramienta para localizar a personas que vendieran sus coches. Posteriormente, concertaba una cita y les pedía probar el coche antes de realizar la operación. Para ganarse su confianza, se hacía pasar por un Policía y llegó a mostrar una placa falsa en varias ocasiones. Cuando los vendedores accedían, aprovechaba para apropiarse del vehículo, cambiarle la matrícula para que no fuera localizado y revenderlo a una cuarta persona. Siempre exigía dinero efectivo para la transacción para no dejar rastro del delito. Para ello, contaba con el apoyo de un socio, de 35 años, y natural de Fiñana.
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