Barcelona

La colitis ulcerosa o la enfermedad de Crohn durante la infancia puede causar problemas de crecimiento

Las enfermedades inflamatorias intestinales (EII), tanto la colitis ulcerosa como la enfermedad de Crohn, son patologías que se diagnostican en adultos jóvenes y cuya incidencia está aumentando considerablemente en los últimos años, también en niños, con el agravante de que en estos casos puede provocar problemas de crecimiento.

Así lo ha asegurado en declaraciones a Europa Press el doctor Francisco Javier Martín de Carpi, de la Sección de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica del Hospital San Joan de Déu de Barcelona, con motivo de un curso del Grupo Español de Trabajo en Enfermedades de Crohn y Colitis Ulcerosa (GETECCU) y la Sociedad Española de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (SEGHNP) celebrado en Barcelona.

De hecho, un estudio realizado por esta sociedad científica reveló que en los últimos 15 años se ha triplicado el número de nuevos diagnósticos de ambas enfermedades en edad pediátrica. Mientras que en 1996 apenas se registraban 0,98 nuevos casos anuales por cada 100.000 menores de 18 años, en 2009 la tasa de nuevos diagnósticos pediátricos era de 3 por cada 100.000.

"Es algo que ya se iba viendo en otras áreas geográficas donde su prevalencia en niños es mayor desde hace décadas, como son los países del norte de Europa", ha reconocido este experto, que apunta que este incremento va en paralelo al de otras enfermedades autoinmunes, en las que hay una disregulación del sistema inmune del individuo que las pone en marcha, como el asma, la diabetes.

Aunque su origen se desconoce, los expertos coinciden en que su aparición está asociada a los hábitos de vida, tanto dietéticos como ambientales.

El problema de las enfermedades inflamatorias intestinales, reconoce Martín de Carpi, es que al diagnosticarse en edad pediátrica "tienen un fuerte impacto en el desarrollo del menor".

"Un adulto con enfermedad de Crohn puede costar más o menos controlarlo o dar con el fármaco más adecuado, pero puede repercutir en su calidad de vida y hábitos sociales, pero no corre tanta prisa tener controlada la enfermedad como en un niño ya que sólo tiene unos años para completar su desarrollo", ha explicado.

Uno de cada tres no alcanzará la estatura que le corresponde

Por ejemplo, se ha visto que el 30 por ciento de adultos que se diagnosticaron en edad pediátrica no van a alcanzar la talla final que por sus condicionantes genéticos le tocaría o, al menos, lo van a ver alterada.

Además, los menores también suelen tener más problemas para asumir su enfermedad, ya que resulta "difícil"concienciarles de que van a padecer una enfermedad para toda su vida, ya que "conlleva usar tratamientos durante mucho tiempo o de por vida, realizarse controles médicos, pruebas que no son del todo agradables".

"Te cambia la vida, pasas a ser diferente a tus compañeros, y eso el niño lo vive mal porque lo que quiere es hacer lo que hacen el resto de niños", lamenta este experto.

Sin embargo, a su juicio "hay que trasmitir a niños y sus familias es que si padecen esta enfermedad pueden llevar una vida normal. "Si controlamos la enfermedad y nos esforzamos en dar con la mejor medicación y hacer un mejor seguimiento para prevenir brotes, lograremos que pueda ser lo que quiera en la vida", asegura Martín de Carpi.

Más cuidado con los efectos adversos de la medicación

En este punto es clave la elección del tratamiento más adecuado para estos menores, a pesar de que se usan los mismos tratamientos que hay para los pacientes adultos y la respuesta "a veces es peor", "lo que hace que cueste más enderezar la enfermedad, y se pueda mostrar "más agresiva y difícil de controlar".

"Buscamos usar los fármacos con menos efectos adversos sobre el niño. Hay que tener en cuenta que a un niño diagnosticado a los 10 años le quedan unos 70 años viviendo con la enfermedad, y con el tratamiento", reconoce.

Así, se cuida el uso de corticoides, que en adultos se usan mucho para controlar los brotes, y a la hora de iniciar una terapia se ponen en la balanza beneficios y efectos adversos, tanto en el momento de administración como a largo plazo, ya que "hay otros de los que no sabemos la repercusión que tendrán a largo plazo".