España
Una guía para saber cómo afectan las drogas al volante
Conducir con presencia o bajo los efectos de las drogas deteriora la capacidad para conducir con seguridad y se asocia a un mayor riesgo de accidente con resultado de muerte. Desde hace años existe un creciente interés y preocupación acerca de la implicación de las drogas en los accidentes de tráfico y en la instauración de medidas adecuadas para reducirlos. El 9 de mayo pasado entró en vigor la reforma de la Ley de Seguridad Vial, que contempla la regulación administrativa y penal para la conducción bajo los efectos del alcohol y las drogas. En este sentido, el diagnóstico de trastorno por consumo de drogas no implica que el paciente no pueda conducir. La enfermedad (adicción), la posible existencia de otras patologías y la medicación recibida, son aspectos que tanto el profesional sanitario como el paciente deben tener en cuenta a la hora de valorar la aptitud para conducir.
En este marco, la Universidad de Valladolid y la Dirección General de Tráfico han publicado «Drogas, adicciones y aptitud para conducir», cuyo autor es el profesor de Farmacología Javier Álvarez y el doctor Juan Carlos González Luque, de la Unidad de Coordinación de la Investigación de la DGT. La publicación está avalada por la Sociedad Española de Patología Dual, Socidrogalcohol, la Sociedad Española de Toxicomanías, la Sociedad Española de Medicina y Tráfico y la Red de Trastornos Adictivos.
Según el profesor Álvarez, "se trata de una monografía sencilla de leer e ilustrativa, cuyo objetivo principal es actualizar los conocimientos de los médicos, y otros profesionales sanitarios implicados en el tratamiento de los pacientes con adicciones, para que les ofrezcan la mejor información posible sobre cómo el consumo de drogas afecta a la conducción de vehículos, y el efecto que su enfermedad (la adicción) y el tratamiento prescrito poseen sobre la conducción de vehículos.»
Gracias a los resultados del Proyecto DRUID (2011), que según Javier Álvarez "es unos de los grandes proyectos de la UE en la última década en el campo de la Seguridad Vial y en el que la UVA y la DGT han participado activamente», sabemos que de los 13 países europeos participantes en el estudio, España ostenta el porcentaje más elevado de conductores que conducen bajo el efecto de alguna droga (7'63 por ciento) y de los que lo hacen bajo los efectos de alcohol, drogas y medicamentos al mismo tiempo (1'14 por ciento). Además, España es el segundo país, por detrás de Italia, con mayor prevalencia de positivos (14'85 por ciento) en alcohol o drogas o medicamentos, tres veces (4'43) el valor de la media del resto de países, y segundo también de positivos (0'57 por ciento) en policonsumo (combinación de drogas o medicamentos). Para este profesor de la Universidad de Valladolid, los resultados "ponen de manifiesto la magnitud del problema en nuestro país y la necesidad de intervención».
Conductores en tratamiento por adicción
Muchos pacientes en tratamiento por abuso de sustancias conducen de forma habitual o por motivos profesionales. Según las conclusiones del estudio PROTEUS se ha asociado que conducir comporta menores problemas legales y es un factor de normalización para los pacientes y, en ocasiones, es necesario para su trabajo. Sin embargo, existen evidencias de que la medicación prescrita para tratar la adicción a diferentes drogas afecta la capacidad de conducir de los pacientes al disminuir su estado de alerta. Por ejemplo, PROTEUS demostró que el 94 por ciento de los pacientes están en tratamiento con metadona en dosis superiores a 60 miligramos al día, que afectan su capacidad para conducir. De estos, más de la mitad conduce un vehículo a diario.
No obstante, el reciente artículo científico Driving and legal status of Spanish opioid-dependent patients (Conducción y situación legal de los pacientes españoles dependientes de opiáceos) indica que está demostrado que los pacientes desempeñan sus actividades diarias mejor con tratamiento que sin él. De esta manera, y aunque la medicación prescrita para tratar la adicción a opiáceos afecta la capacidad de conducir, no todos los medicamentos disponibles en el mercado son similares, ni afectan del mismo modo.
Según el profesor Javier Álvarez, "un adecuado control del proceso o patología permite que el paciente pueda conducir con mayor seguridad. Por ello, la evaluación de estos pacientes debe realizarse de forma individualizada y elegir la medicación más adecuada y con menores efectos sobre el rendimiento psicomotor,« en especial para los que conducen por motivos profesionales y para los cuales, no poder conducir no es una alternativa.
En este sentido, María Seguí, directora general de la DGT, sostiene en el prólogo del manual que "el uso de los medicamentos permite la mejora de la calidad de vida de millones de personas en todo el mundo. En las sociedades actuales, no es posible entender una vida de calidad sin movilidad. El uso correcto de los fármacos facilita también esta movilidad, y permiten hacerla compatible con la del conjunto de la sociedad».
Asimismo, el doctor González Luque advierte de que, "teniendo en cuenta que el carné de conducir puede jugar un papel motivador y, en cierto modo, terapéutico en conductores con historia previa de adicción a sustancias, los pacientes en tratamiento por abuso de alcohol y/o drogas sólo podrán conducir en los casos en los que estén en abstinencia y se encuentren bajo control rehabilitador. Sin embargo –insiste- esta posibilidad ha de determinarse de modo individual, balanceando en todo momento el efecto del tratamiento en la capacidad de conducir».
Consejos y recomendaciones
Por lo tanto, tal y como explica el manual, es de máxima importancia, que los profesionales sanitarios informen a sus pacientes de que si consumen drogas están adoptando una conducta de riesgo para ellos y para el resto de usuarios de las vías. En el libro, los profesionales sanitarios encontrarán pautas y recomendaciones sobre qué hacer y qué medidas tomar para asegurar que sus pacientes conduzcan con seguridad bajo prescripción y control médico ya que conducir supone normalidad en sus vidas y, por lo tanto, una mayor posibilidad de reinserción social.
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