Acoso sexual
Sexo: Del porno precoz al «efecto manada»
Expertos alertan de que la oferta gratuita de pornografía en la red puede llevar a comportamientos sexuales de riesgo, entre los que se encuentra la violencia. Sobre todo en una generación que desde la niñez ha tenido acceso a unos contenidos para adultos que han ido «normalizando»
Expertos alertan de que la oferta gratuita de pornografía en la red puede llevar a comportamientos sexuales de riesgo, entre los que se encuentra la violencia. Sobre todo en una generación que desde la niñez ha tenido acceso a unos contenidos para adultos que han ido «normalizando» .
La presunta violación a una chica por parte del grupo conocido como «La Manada», tres jugadores de fútbol acusados de agredir sexualmente a una menor... Mucho se ha escrito sobre unos casos que han despertado alerta social. Más tangencialmente se han analizado las causas: sociedad patriarcal, falta de educación en el hogar, ideas distorsionadas sobre el sexo... Sin embargo, ¿cuál es el origen de que comportamientos aberrantes para la mayoría se estén normalizando por parte de los jóvenes? La respuesta, o al menos una de ellas, podría estar en sus ordenadores. Concretamente, en las webs de pornografía.
Hablamos de páginas gratuitas, 100% accesibles, que en muchos casos ni siquiera exigen constatar la mayoría de edad, y en las que pueden encontrarse miles de vídeos que el usuario localiza a través de las categorías que sean de su preferencia. Y si hay un nexo mayoritario entre ellos, es el de que la mujer debe complacer los deseos del varón. No se reserva el derecho de admisión: uno de cada diez visitantes es menor de 10 años, según Bitdefender.
«El despertar sexual ha cambiado», dice Lluís Ballester, doctor en Sociología, miembro del Grupo de Investigación y Formación Educativa y Social de la Universidad de las Islas Baleares (UIB) y del grupo de investigación Jóvenes e Inclusión. Ballester prefiere hablar de la «nueva pornografía», en comparación con la anterior a la era de Internet, «más estática». Los menores ya no preguntan a sus padres. Ni siquiera a sus iguales. «Estamos viendo que el único proceso de educación en el imaginario sexual de los adolescentes es a través de la pornografía: cómo se inicia una relación, cómo se crea un ambiente adecuado, el conocimiento del cuerpo... No tienen otros referentes para sus relaciones interpersonales y éso está limitando y ritualizando el sexo. Por ello, reproducen patrones de la pornografía estándar a la que están accediendo», explica. Así, en los estudios que han realizado entre jóvenes consumidores, hay una «escalada de prácticas» –por ejemplo, considerar que una relación sexual debe durar entre 7 u 8 minutos, la duración media de un vídeo– que está llevando a «prácticas de riesgo» –relaciones sin preservativo, sexo anal, etc–. ¿Y dónde encajan hechos como los de «La Manada» en este nuevo contexto? «Es una distorsión perceptiva muy clara. Les extraña que se considere una violación porque han estado viendo miles de horas de sexo en grupo. Les extraña que algo que creen divertido se tilde como algo negativo. Lo han normalizado», señala Ballester.
La adquisición de un móvil a los 12 años, como ya está siendo habitual, tampoco ayuda. «La transmisión de vídeos de alta calidad ha mejorado mucho. Los chavales tienen una gran autonomía», dice el experto.
«Los niños, generalmente, ya están expuestos a la pornografía a la edad de 10 años. No necesariamente porque la busquen: les llegan anuncios, saltan los “banners” y, como son curiosos por naturaleza, acaban dando al “click’’», afirma Cristina López del Burgo, doctora experta en sexología e investigadora del Proyecto Educación de la afectividad y la sexualidad humana del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra. «Hay que tener en cuenta que los niños se encuentran en plena etapa de maduración y su cerebro se está desarrollando. No son capaces de diferenciar la fantasía de la realidad», añade.
¿Y qué ven? López del Burgo recuerda un estudio sobre el contenido del material pornográfico más consumido en EE UU (Bridges, 2010): más del 80% de las escenas contenían violencia contra la mujer perpetrada por el varón, aparentando aceptación por la parte de ella. Mientras, un informe reciente del Colegio Americano de Pediatras, que recopilaba estudios científicos, señalaba que aquellos menores expuestos pueden desarrollar conductas sexuales de riesgo para su salud, así como la adopción de comportamientos agresivos.
«La violencia sexual se ve como algo ‘‘sexy’’ y acaba incluida en las relaciones reales», apunta la experta. Un problema no sólo atribuible a Internet, sino a una sociedad «hipersexualizada»: la publicidad de una conocida marca de vaqueros que exhibe a una mujer en el suelo, rodeada de varios hombres y sujetada por las muñecas por uno de ellos; películas como «50 sombras de Grey», «vendida como “glamourosa y romántica” cuando la relación de los protagonistas cumple todos los criterios de la violencia de pareja: hay abuso emocional, acoso, intimidación y sometimiento de la mujer a los deseos del varón», como constaba en un estudio (Bonomi et al., 2013); y, por supuesto, las canciones de reguetón, otro ejemplo de «cosificación de la mujer».
¿Y ellas? «Hemos constatado que ha aumentado su consumo. Hace cuatro años se declaraba como un visionado por simple curiosidad acerca de lo que les podía interesar a ellos. Ahora ya no: también es por curiosidad personal», explica Ballester. López del Burgo señala que, según una encuesta de Pornhub, el consumo se reparte entre un 72% de varones y un 28% de mujeres. «Pueden acabar creyendo que la violencia es algo ‘‘sexy’’ y que deben recurrir a ella para resultar más atractivas».
¿Soluciones? López del Burgo espera que estemos ante un problema similar al del tabaco: en los años 60 estaba «bien visto» fumar «porque no se conocían los riesgos que entrañaba para la salud». Sin embargo, hoy la pornografía «está socialmente aceptada porque se «desconocen sus peligros». «Con los años y gracias al trabajo de las autoridades sanitarias y de la sociedad en general, la gente conoce los riesgos del tabaco y han disminuido los fumadores. ¿Por qué las autoridades no actúan?», se pregunta sobre un problema que ya arroja preocupantes tasas de adicción. «No es ni prohibir ni controlar. Muchos padres me dicen que tienen ‘‘apps’’ para impedir a sus hijos el acceso. Y siempre les digo: ‘‘Lo están haciendo con el móvil de otro con toda seguridad’’», dice Ballester. Pero sí se deben «neutralizar» los comportamientos de riesgo. Y las figuras educativas –padres y profesores– tienen aún mucho qué decir.
Una vía para acceder a la prostitución
Los trabajos de Lluís Ballester en la Universidad de Baleares reflejan un «claro vínculo» entre el consumo pornográfico precoz y el acceso a la prostitución. Son frecuentes los reclamos en estas webs disfrazados como anuncios de contactos. «Las direcciones IP de los ordenadores quedan registradas. Y los distribuidores de pornografía son muy activos: a través del correo o de ‘‘apps’’ comienzan un envío masivo de publicidad de esta índole, compra de vídeos pornográficos, etc». Para Ballester, es el «negocio del siglo: en la venta de drogas y armas hay persecución policial y es el cliente el que acude a comprarlas. Aquí no. La sanción social negativa a los clientes de prostitución se ha moderado mucho además. Nos tememos una escalada en este sentido».
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