Accidente en Badajoz

Un equipo de campeones

Isma, Bernardo, Javi, Juanpe y José Manuel luchaban por el liderato de su liga, pero tenían muchos más sueños que cumplir

Un equipo de campeones
Un equipo de campeoneslarazon

Un lloro agudo, juvenil, al unísono, despedía ayer a Isma, Bernardo, Javi, Juanpe y José Manuel. En el mismo polideportivo donde días antes habían preparado su partido contra el Fair Play de Herrera del Duque, sus eternos rivales, estaban por delante de ellos en la clasificación, y el pasado jueves querían arrebatarles esta posición. «Querían ser los primeros», aseguran sus amigos. Y lo consiguieron. Empataron 5-5 y lo celebraron minutos después en el vestuario, bailando y saltando, justo antes de montarse en el microbús. Ir a competir a pueblos de la zona era parte de su rutina, ya que las distancias son largas. Todos iban al Instituto de Castuera y, como el resto de jóvenes del pueblo de Monterrubio de la Serena, cada día cogían un autobús para llegar. Sus amigos, sus compañeros, se reúnen alrededor del polideportivo donde les velan sus familias y el pueblo entero: «Aquí, si se decretan tres días de luto, se cumplen"» comenta Isabel, dueña de uno de los bares de la zona que está cerrado «en señal de duelo», rezan los carteles de la mayoría de los locales, «en solidaridad con las víctimas». Todos acompañados de un crespón negro. Uno de estos es la Chucherría Tena. La churrera, Mari Ángeles, es la madre de José Manuel Tena, el más pequeño de los fallecidos y uno de los más queridos de su clase, como cuenta, entre lágrimas su amiga Guadalupe: «Le gustaba mucho el deporte, era el portero del equipo, pero una semana antes se cayó jugando en clase y le tuvieron que dar 19 puntos en la frente». También «se le torció un poco la nariz», apunta otra de sus compañeras de clase. A pesar de todo y de saber que no podría jugar, «él quería ir a animar a su equipo. Le insistió a su madre para que le dejara ir». Con su hermana también se llevaba muy bien, sólo les separaba un año. Ella era mayor. El bádminton era otra de sus aficiones, «pasó las semifinales de la liga regional», recuerda Guadalupe. Un grupo de niñas la rodean, no pueden parar de llorar, sus madres están preocupadas porque el calor aprieta y, «aunque les hemos dado una pastilla para que se relajen», no pueden controlar sus nervios. «José Manuel era muy buen estudiante», dice otra voz entrecortada, «se le daban especialmente bien las Matemáticas, te hacía cualquier cálculo muy rápido».

Antonio Blázquez, el alcalde de Monterrubio, tiene el rostro descompuesto. «Llevo diez años en el consistorio y nunca me había sucedido una tragedia así. Éste es un pueblo muy joven». Blázquez conoce a cada uno de los niños y a sus padres. También al entrenador del equipo, Juan Balsera, que llega al polideportivo pasadas las tres de la tarde. «Juanito», como le conocen sus vecinos, llega con collarín y reconoce que tiene una parte del cuerpo magullada. Apenas intercambia unas palabras. No puede. Le tiemblan los labios. No se puede olvidar de sonrisas como la de Juan Pedro Martín, que el pasado sábado cumplió 14 años. «Fuimos todos al campo a montar en burro para celebrarlo», recuerda Sara, compañera de clase y un antiguo amor. «Siempre iba con una sonrisa», recuerda Elsa, otra de sus compañeras. Juanpe, como el resto de niños, tenía sueños, «quería ser militar, trabajar en las Fuerzas Armadas». Además, era muy aficionado a montar a caballo. «Aquí es muy normal», dicen sus amigas. María, otra de las adolescentes del pueblo, se enteró por las redes sociales del accidente. Era íntima amiga de Javier Paredes, de 15 años, que iba en el autobús con su hermano Sergio, que ayer permanecía ingresado en uno de los hospitales a los que trasladaron a los heridos. Samuel, otro de sus hermanos, de seis años, les esperaba en casa. A los tres les gustaba mucho el deporte, en especial el fútbol. «Le encantaban los videojuegos y quería ser ingeniero aeronáutico o probador de nuevos juegos». Aunque, como afirman sus amigas, era un poco revoltoso, «siempre iba con una sonrisa en la cara». Hacían mucha vida fuera, en el campo, por eso no es raro que le gustara la pesca. «Iba al río de vez en cuando». Bernardo Raya era el mayor de todos y en el pueblo le concían por su afición por el «parkours», una nueva técnica urbana por la que te desplazas dando saltos entre las paredes.

Ismael Herrador, de 14 años, es el menos conocido. Vivía en una pedanía próxima, La Nava, a 15 kilómetros de Monterrubio, donde «apenas hay 11 niños», cuenta Rosi, una de sus vecinas. El fútbol era una de sus pasiones e insistía a sus amigos en que el mejor equipo es el Barcelona. Él fue quien grabó ese último vídeo de la celebración de los chicos en el vestuario. Celebraban su victoria con un baile que mostraba sus ganas de vivir, su amistad.