Siria

Un joven cuenta su experiencia tras vivir 8 días como mendigo

"Pobres pobres: 8 días viviendo en la calle"es el título del libro escrito por Jaume Vives, un estudiante de Periodismo que relata en sus páginas las vivencias y peripecias durante los 8 días que vivió como un mendigo, durmiendo en cajeros automáticos y alimentándose en comedores sociales de Barcelona.

El libro, publicado en castellano por la Editorial Monte Carmelo y en catalán por la Editorial Claret, narra de manera autobiográfica cómo el joven, de 21 años, convivió con un grupo de mendigos que deambulan por La Rambla y duermen en cajeros automáticos.

En una entrevista con Efe, Vives ha explicado que la idea de este libro le surgió cuando estudiaba bachillerato.

"Cuando salía los sábados por la noche a divertirme, vi que había otros jóvenes que dedicaban esa noche a ayudar a la gente que vive en la calle dándoles comida, y eso me impactó", ha recordado.

El joven hizo su trabajo de final de bachillerato sobre los Joves de Sant Josep, jóvenes que cambian la discoteca por el reparto de comida y ropa a los mendigos las noches del sábado.

Al acabar los exámenes de final de curso el año pasado, decidió pasar una semana de junio como mendigo, malviviendo en las calles de Barcelona con la intención de "explicar la pobreza desde dentro".

"Sabía que nunca sentiría lo que siente realmente un pobre, porque yo sabía que regresaría a mi casa, pero quería ver cómo viven y así explicarlo mejor", ha señalado el autor, que quiere destinar el dinero que recaude con su obra a costearse un viaje a Siria para explicar la persecución que viven allí los cristianos.

Vives, que estudia en la Universidad Abat Oliba, ha reconocido que el libro "no es políticamente correcto, es duro, no me corto un pelo, hay cosas muy bestias, de aquellas que impactan".

"Los pobres no se diferencian tanto de nosotros, los humanos necesitamos querer y ser queridos, y todos necesitamos llenar nuestros vacíos. Lo que pasa es que nosotros normalizamos los comportamientos, pero en la calle no hay normas y cada uno hace lo que quiere, fuera de los comportamientos sociales establecidos".

El estudiante durmió en un cajero de "La Caixa"en la calle Mallorca, "uno de los mejores de Barcelona", hasta que al cuarto día de vivir en la calle intimó con Cristóbal, un pobre menudo, sin techo, alcohólico, de 54 años, los 7 últimos viviendo en la calle y bebedor habitual de mucho vino diario.

"Un día le empujaron y le hicieron daño en el pecho y por eso le acompañé a un ambulatorio para que le atendieran, y le di cobijo en mi cajero", ha recordado Vives, que ha convertido a Cristóbal en el protagonista de su libro, escrito gracias a las cinco libretas que usó como dietario, en las que anotó todo lo que le pasaba cada día.

Vives relata que ha visto a los pobres dormir en las plazas "mientras las ratas les pasan por encima", y a jóvenes de 20 años durmiendo en la calle tras sufrir abusos sexuales.

También conoció a un matrimonio italiano que se relamía viendo a los turistas comer la fruta fresca que compraban en el mercado de La Boqueria y que se dedicaba a recoger los restos que tiraban a la basura para comérsela ellos como si fuera una delicia.

"Lo que nosotros despreciamos, para ellos es un regalo, una gran alegría", ha señalado.

"He aprendido -ha confesado- que soy muy afortunado: tengo familia, amigos, estoy estudiando, puedo hacer cosas y no estoy sólo en este mundo, pero todo esto se nos olvida porque la sociedad nos invita a correr y a menudo nos olvidamos de lo que tenemos".

Aunque no llegó a mendigar dinero, sí vendió por 3 euros un Iphone 3G que se encontró abandonado en una plaza, y otro día lo dedicó a recoger chatarra.

Comió en el templo sij de la calle Hospital, en el comedor social evangélico de la calle Robadors y en el "Chiringuito de Dios", otro centro evangélico "donde te sientes como en casa", y aceptó ayuda de la Comunidad de Sant Egidio.

Fueron ocho días "sin ducharme ni cambiarme de ropa", en los que conoció a más de 50 de las aproximadamente 800 personas que cada día duermen a la intemperie en Barcelona por falta de hogar.

"La solución no es darles una prestación, porque muchos pobres están cobrando 400 o 600 euros al mes de renta mínima o por dependencia, pero muchos no lo saben administrar y se lo gastan el primer día en tragaperras, droga o cerveza".

"Ninguna iniciativa social será útil si no pasa por establecer un vínculo de amistad con el pobre", ha remarcado Vives, que también conoció a Xavi, un hombre de 40 años que heredó 200.000 euros "y se los fundió en tres meses".