El debate del casco ciclista
Un «palito» en la rueda
Las políticas en la Europa más avanzada han puesto coto al coche, por la sencilla razón de que es irracional que cada persona utilice su propio vehículo privado para desplazamientos cortos por la ciudad. Evidentemente el casco es altamente recomendable, pero en ningún país de nuestro entorno ni del mundo entero a excepción de tres (Australia, Nueva Zelanda y Canadá) ni se les pasa por la cabeza imponer el casco obligatorio, porque simplemente la cultura y la mentalidad es que un usuario de la bici representa un coche menos. Los gobernantes de esos países no son unos descerebrados que asesinan a sus hijos por no obligarles a llevar casco, como hemos llegado a oír. Ni los alcaldes de las principales ciudades españolas de todos los partidos políticos, incluido el del Gobierno, son unos temerarios por pronunciarse contra la obligatoriedad del casco. Simplemente ven el problema desde el sentido común y el firme convencimiento de que la bici es el futuro y el casco obligatorio supone un «palito en la rueda». Sin embargo, quienes suscriben con la DGT pomposos manifiestos a favor de la obligatoriedad del casco tengan por seguro que ni nos quieren ni nos respetan, y lo que es peor, seguirán con sus vehículos privados ocupando el espacio de todos y haciendo la vida imposible a ciclistas y peatones. El casco es una cortina de humo para desviar la atención y no abordar una acción mucho más decidida frente a las verdaderas causas de la siniestralidad en las que siempre salen perdiendo los colectivos vulnerables.
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