Prueba
Philips Hue Go, análisis: la lámpara que no sabías que necesitabas y que ahora no querrás soltar
Hay ciertos objetos tecnológicos que, a primera vista, parecen caprichos innecesarios. Es el caso de la Philips Hue Go, aunque tiene argumentos de sobra para convencernos de lo contrario
Vivimos en una era de especialización tecnológica. Tenemos un dispositivo para escuchar música, otro para leer, otro para ver series, otro para trabajar... Cada uno cumple su función en un lugar concreto. La luz, sin embargo, siempre ha sido un elemento estático, anclado a un enchufe en la pared o a un cable en el techo.
La idea de una iluminación de calidad que pudiera moverse con nosotros, adaptándose a nuestras necesidades y momentos, parecía reservada a linternas o a soluciones de camping poco estéticas.
Philips Hue, la marca que prácticamente inventó y ha dominado el mercado de la iluminación inteligente, quiere romper con esa idea. Y su propuesta es esta Hue Go, una lámpara de mesa portátil que no busca ser la luz más potente ni la más barata, sino la más versátil.
Durante las últimas semanas, este pequeño objeto se ha convertido en un compañero inesperado en mi día a día, iluminando desde cenas en el patio hasta sesiones de lectura nocturnas, y me ha demostrado que, a veces, los caprichos más inesperados son los que acaban convirtiéndose en imprescindibles.
Un diseño que susurra, no grita
Lo primero que llama la atención de la Hue Go es su diseño. En un mundo lleno de gadgets que gritan para llamar la atención, esta lámpara opta por la elegancia y el minimalismo. Su cuerpo, disponible en un sobrio blanco o un negro (el que yo he probado) minimalista, está fabricado en metal y tiene un acabado mate muy agradable al tacto. Es un diseño limpio, sin estridencias, que le permite encajar a la perfección en cualquier rincón de la casa, ya sea en una moderna estantería del salón, en una mesita de noche o en una terraza de estilo industrial. No desentona, se integra.
Un detalle de diseño interesante es su asa de silicona, que facilita su transporte. Este accesorio viene en varios colores para darle un toque de personalidad. En los tonos más llamativos, como el naranja, aporta un contraste vibrante y divertido. Sin embargo, en la unidad de color negro que he podido probar, el asa era de un tono gris oscuro que, sinceramente, parecía más una pieza del embalaje que un elemento de diseño. Mi primer instinto fue intentar quitarla, pensando que era una protección para el transporte. Es un detalle menor, pero creo que la elección del color del asa es clave para que el conjunto luzca como es debido.
La base de carga es otro ejemplo de diseño inteligente. Es un pequeño disco donde la lámpara se posa para recargar su batería. Puedes usar la lámpara mientras está conectada a la base, como una lámpara de mesa tradicional, o simplemente cogerla y llevártela cuando esté cargada. Sin cables. Es un sistema simple, elegante y muy conveniente.
La magia de la luz sin cables
Aquí es donde la Hue Go justifica su existencia y te conquista por completo. La libertad de poder llevarte una fuente de luz de alta calidad a cualquier parte de la casa (o del jardín) es algo que, hasta que no lo pruebas, no te das cuenta de lo útil que es.
Durante estas semanas, la Hue Go me ha acompañado en infinidad de situaciones. La he usado como luz de ambiente en el salón durante sesiones de cine o series, creando una atmósfera cálida y tenue. La he sacado al patio para iluminar una cena con amigos en una noche de verano, sin tener que depender de la luz tenue de la farola de la calle. La he puesto en el suelo, junto al sofá, como una luz de lectura indirecta. E incluso me la he llevado a la cama para leer, sabiendo que no tenía que preocuparme por el enchufe.
La autonomía es uno de sus puntos fuertes. La marca promete hasta 48 horas de luz con una sola carga, una cifra que, obviamente, depende mucho de la intensidad del brillo y del color que elijas. En mis pruebas, con un brillo medio y usando escenas de luz cálida, he conseguido superar las 15-20 horas sin problemas, más que suficiente para varios días de uso esporádico. Para un uso continuado a máximo brillo, la autonomía se reduce, pero sigue siendo excelente para una velada completa.
El ecosistema Hue: control total con una app (casi) perfecta
La verdadera potencia de la Hue Go se desata cuando la conectas a su ecosistema a través de la aplicación Philips Hue. He de decir que la app de Hue es, en mi opinión, una de las mejores aplicaciones de domótica del mercado. Es intuitiva, fácil de usar y ofrece un equilibrio perfecto entre funcionalidades y simplicidad, sin llegar a abrumar al usuario con opciones que nunca va a utilizar.
Desde la app puedes hacer de todo: cambiar el color de la luz entre millones de tonalidades, ajustar la intensidad del brillo, programar encendidos y apagados, o elegir entre decenas de "escenas" predefinidas que adaptan la iluminación a diferentes momentos (Relax, Concentración, Lectura...).
Sin embargo, el proceso de configuración inicial me dio algún que otro quebradero de cabeza. Al intentar conectar la lámpara por primera vez desde mi móvil Android, la aplicación no era capaz de encontrarla. Tras un rato de frustración, descubrí el problema: la app de Hue, durante la configuración inicial, no solicita el permiso para acceder a "dispositivos cercanos", un permiso esencial en las últimas versiones de Android para que el Bluetooth funcione correctamente. Tuve que ir manualmente a los ajustes del sistema, buscar la aplicación de Hue y concederle el permiso a mano. Una vez hecho esto, la conexión fue instantánea. Es un pequeño fallo de software que puede frustrar a los usuarios menos experimentados, y que una compañía como Philips debería solucionar.
Una vez superado este escollo, la experiencia es fantástica. Más allá de las opciones clásicas, lo que más me ha gustado es la posibilidad de utilizar "efectos de luz" dinámicos. Hay varios disponibles, como "Bosque encantado" o "Café de domingo", pero mi favorito, sin duda, es el que simula el efecto de una vela. La luz parpadea suavemente, con tonos cálidos y anaranjados, creando una atmósfera increíblemente acogedora y relajante. Poner este efecto en la Hue Go durante una cena o mientras escuchas música es una auténtica maravilla.
Conclusión: un capricho funcional que enamora
Llegamos al final, y toca responder a la gran pregunta: ¿merece la pena la Philips Hue Go? La respuesta no es sencilla, y depende mucho de lo que busques.
Si nos ceñimos a la hoja de especificaciones y al precio (unos 160 euros), es innegable que es un producto caro. Probablemente existan en el mercado otras lámparas portátiles con batería por mucho menos dinero. Pero ninguna de ellas te ofrecerá la calidad de construcción, la fiabilidad, la calidad de la luz y, sobre todo, la potencia y la sencillez del ecosistema Hue.
En mi opinión, la Hue Go es un producto que me ha gustado, y mucho. Es un objeto de diseño que queda bien en cualquier sitio, y su portabilidad le da una versatilidad que ninguna otra lámpara de mi casa puede igualar. Los efectos de luz dinámicos, como el de la vela, son un detalle que enamora y que realmente aporta valor.
Sin embargo, hay que tener en cuenta dos cosas. La primera es su precio, que la sitúa en el terreno del "capricho". La segunda, y más importante, es que para sacarle todo el partido, para poder usarla con asistentes de voz, controlarla desde fuera de casa o sincronizarla con otros dispositivos, es casi imprescindible tener un Hue Bridge, el pequeño "cerebro" del sistema Hue que se vende por separado. Aunque se puede usar solo con Bluetooth, la experiencia se queda a medio gas.
En definitiva, la Philips Hue Go no es una lámpara para todo el mundo. Pero si ya eres usuario del ecosistema Hue, es un añadido casi obligatorio que te encantará. Y si no lo eres, pero valoras el diseño, la calidad y buscas una forma única y versátil de crear ambientes con luz, es un capricho funcional que, una vez que entra en tu casa, se convierte en uno de esos pequeños lujos cotidianos de los que ya no querrás prescindir.