LA RAZÓN

Gorilas en la niebla

Reproducimos la primera columna de opinión que escribió David Gistau para LA RAZÓN, el 5 de marzo de 1999, publicación que siempre firmaría bajo el título «Sin perdón»

Gorilas en la niebla
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Ocho sajones han sido despedazados en una montaña de Uganda que en los folletos turísticos era una promesa de felicidad edénica con vacunas y kit sanitario incluidos. Conradianos tal vez sin sospecharlo –a ningún empleado de banca le queda humor para sentirse personaje literario tras conocer a un hutu–, los 31 turistas secuestrados firmaron un forfait completo que les distrajese un tanto la rutina y a la suegra, y terminaron viajando a un corazón de las tinieblas donde no se acatan los semáforos pero sí los instintos atávicos. De lo cual resulta que, por mucha Biblia o antena parabólica que el colonialismo lleve, África permanece indomable, y su naturaleza, arrasados los esplendores culturales de antaño, atiende a las reglas selváticas del machete o el colmillo, toma folclor.

La matanza del parque nacional de Bwindi, además de un telefilme de la próxima temporada, constituye una enseñanza que salva al occidental de su ingenuidad peterpánica y le impone la madurez. Me explico: el occidental medio es un sajón –o un imitador de sajón– que, con candidez volteriana, se engaña a sí mismo y escoge creer que todo en la vida merece figurar en un folleto turístico o en la portada de un periódico deportivo. Así, el occidental medio se defiende de la realidad hutu –toda realidad, por definición, es hutu– encerrándose en un colosal profiláctico construido con los mismos criterios que un parque temático de Disney. Allí, los hutus son de cartón piedra y se desconectan después de las ocho: falsas emociones, como la montaña rusa o como un safari fotográfico en el parque nacional de Bwindi.

Porque el error de los 31 turistas secuestrados en Uganda fue creer exportable el parque temático de sus vidas: buscaban gorilas mecánicos de los que se desconectan después de las ocho, y se encontraron con África, con su realidad primitiva en la que los reyes leones no hacen chistes con los armadillos, sino que muerden. África es tan africana que hasta los presidentes rugen cuando prometen justicia; Yoweri Museveni, presidente de Uganda, en referencia a los asesinos: «Si los atrapamos, los mataremos». ¿Un juicio justo? Zarandajas de Disney. Occidente puede fingir avergonzarse de la espada de Alejandro, de las naves de Pizarro, de la bomba de Hiroshima, de los Tomahawk sobre Bagdad, pero África sigue empuñando la lanza con sinceridad ingenua, con ausencia de retórica política... Habrá que enseñarles a que no se note.

Existen paradojas que ridiculizan el mundo occidental entendido como parque de atracciones. Primera: también a los hutus a los que intentamos conservar al otro lado de nuestras cercas les apetece reír en el tiovivo del progreso. Aunque el parque se reserve el derecho de admisión, y aunque una patera navegue en precario, se nos están colando, con lo cual los gorilas mecánicos resultan estar vivos y tener hambre. Segunda: blindado por su pecera que incluye televisor en color y sistema de alarma, el occidental medio no sospecha que está rodeado: La Rosilla es un poblado hutu, aunque nos suele más lejano que Uganda.