Toros
“Chulo”, al que El Juli cortó dos orejas, pone caro el toreo
El madrileño sale a hombros al sumar tres orejas en su lote en la segunda de la Semana Grande de San Sebastián
"El Juli"sale a hombros al sumar tres orejas en su lote en la segunda de la Semana Grande de San Sebastián
Veníamos de la gran corrida de Cuvillo y de un “Halcón” fabuloso del día anterior. Con la memoria fresca, el quinto, “Chulo” de nombre y del hierro de Domingo Hernández, no quiso ser menos. Y no lo fue. No contó con el reconocimiento de la vuelta al ruedo en el arrastre, pero el animal fue una explosión de emociones en sí mismo. Bravo, con codicia, inagotable y con una profundidad en su embestida que ponía el pasaporte en blanco para viajar al más allá en busca del toreo que viene de dentro. Ese que solo fluye con los años, justo a la media vuelta de los éxitos y los fracasos. Juli sabía lo que tenía entre manos y se dispuso a disfrutarlo. Logró conquistar al público donostiarra y más en el última tramo de la labor cuando la basó en los circulares. Química explosiva arriba. La faena había sido templada y ligada, pero no tan honda como la embestida del animal. Eso era otra cosa. La estocada fue abajo, pero a la primera y prevalece la rapidez en los últimos tiempos y el doble premio fue para Julián que saldría a hombros después.
El segundo, que era el único que portaba el hierro de Garcigrande, fue distinto al prototipo del toro de la casa y por ende al toreo de El Juli. Si los toros de esta ganadería suelen tener mucha movilidad y repetición (con los matices de la entrega) en esta ocasión el animal anduvo parado, a la espera de los acontecimientos y sin acabar de querer viajar en el muletazo. Desigual en el viaje. El Juli buscó una uniformidad que encontró a ratos y otros resolvió con muletazos que remataban más arriba de la media altura. La estocada fue a la primera. Y así el trofeo.
Desde que Pablo Aguado obró el milagro de la Puerta del Príncipe de Sevilla aquella tarde, la tarde, con la fiera de Roca Rey y Morante al lado, cambió su panorama y el de muchos. Aguado va de boca en boca. Con cimas y simas en la temporada, esta de revelación, de verse anunciado en todas las ferias, de viajes aquí y allá, de no parar antes aun de haber despertado del sueño sevillano, el de su tierra. Aroma de torería tiene. Eso está claro, más allá de ser capaz de dar con la tecla correcta en el momento específico: el otro milagro que es torear, a secas, con su infinidad de matices a cuestas. El toro de Domingo Hernández con el que debutó en San Sebastián no fue fácil. Tuvo un virtud de oro que era querer coger siempre el engaño por abajo, a ras de la arena, pero era corta la arrancada, había que llevarla y mandarla hasta el final por abajo. En esa diatriba, en la búsqueda perfecta de las coordenadas del toreo fue Aguado durante toda la faena, unas veces con más acierto que otras. Aroma en los pases de pecho a la hombrera y en algunos naturales que querían ser algo. En el descabello encontró su talón de Aquiles y en estos tiempos los fallos a espadas duelen en el alma y se siente en el tendido. Los tiempos cambian y habría que buscar fórmulas. Quitó Pablo al quinto, que era de El Juli, por verónicas y vino a ser como un buen ribera en tiempos de calimocho. Lo mismo. Tres y dos medias. Despacito, con los vuelos. Desigual, sin ritmo y flojo fue el sexto. Aguado le buscó las vueltas anidando en sus muñecas el temple, a pesar de que no siempre encontró el lucimiento ni la conexión con el público en una tarde que había sido de Juli.
Hermoso de Mendoza anduvo correcto con un primero noble, con el que abrió plaza y emociones, todavía de quienes acababan de llegar. Más comunión con el público logró en el cuarto, con el que se ajustó mucho las cabalgaduras sobre todo en el galope a dos pistas y en los quiebros, pero esta vez el rejón de muerte le alejó del triunfo. Y a hombros se fue Julián y en la memoria “Chulo”. Indeleble.
San Sebastián. 2ª de la Semana Grande. Se lidiaron toros para rejones, reglamentariamente despuntados, de El Capea y de Domingo Hernández y uno, 2º, de Garcigrande para lidia ordinaria, estrechos de sienes. 1º y 4º, nobles; 2º, paradote, a la espera y deslucido; 3º, humilla mucho, es pronto, pero de corto viaje; 5º, extraordinario, bravo, repetidor y con una embestida muy profunda; 6º, desigual. Menos de tres cuartos de entrada.
Hermoso de Mendoza, rejón (silencio); tres pinchazos, rejón (saludos).
El Juli, de nazareno y oro, estocada (oreja); estocada baja (dos orejas).
Pablo Aguado, de hueso y oro, estocada tendida, aviso, siete descabellos (saludos); estocada baja y delantera, aviso, descabello (silencio ).
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