Ferias taurinas
De cómo salir vivo de una corrida criminal
Dignísima actuación de Vara, Aguilar y Venegas con un encierro imposible y peligroso de Moreno Silva
Dignísima actuación de Vara, Aguilar y Venegas con un encierro imposible y peligroso de Moreno Silva
Las Ventas (Madrid). Vigésimo quinta de San Isidro. Se lidiaron toros de Saltillo/Moreno Silva. El 1º, Noble, va y viene, sin entrega y sin humillar; el 2º, potable por el izquierdo aunque sale sin humillar y difícil por el derecho; el 3º, peligrosísimo por el derecho y pasa por el izquierdo sin entrega; el 4º, un criminal sin lidia; el 5º, encastado, agresivo y violento; el 6º, violento y sin entrega. Dos tercios de entrada.
Sánchez Vara, de verde manzana y oro, estocada tendida y caída (silencio); estocada (aplausos).
Alberto Aguilar, de nazareno y oro, tres pinchazos, dos avisos, estocada trasera (silencio); pinchazo y media estocada, descabello (ovación).
José Carlos Venegas, de blanco y oro, pinchazo, estocada tendida, descabello, tres avisos (palmas); dos pinchazos, estocada (silencio).
El cuarto se llevó la palma. No se le recordará más que por ser un criminal que nunca jamás se entregó en el caballo, que buscó de salida cuerpo de torero y que asustó a propios y extraños, cuando en verdad ya teníamos tatuado el miedo en el cuerpo de hace tiempo. Qué barbaridad. Un criminal con todos los papeles este Saltillo. Y no fue el único de Moreno Silva. La historia iba de un más difícil todavía. Este cuarto le tocó a Sánchez Vara, el regalito. Mi reino entrego, de tenerlo, por no verme ahí. Creo que ni en barrera, cómo sería el pánico. A banderillas negras le castigó el presidente; papelón para los peones. Meritísimos. Menos mal que Sánchez Vara se ha hecho por los pueblos de dios y en la micro faena de taparle mucho la cara y meterle la mano con la espada ante el asombro general anduvo solvente. A otro le supera. Un paseo le debió parecer la faena del primero, que en vez de embestir topaba. Un sueño a estas alturas.
El miedo nos entró en el cuerpo de lleno con un tercero que de manso dio el tenebroso paso a cabrón. Y ya se quedó ahí para siempre por el pitón derecho y se soliviantó al natural para dejar estar. A dios gracias. Fue un lince en busca de presa en el tercio de banderillas y se la jugaron con verdad Adalid y Tirado. Tétrico era lo que le aguardaba a Venegas y con los pocos números que avalan su oficio. Rondaba el suicidio aquello. Solventó con muchísima dignidad y se le puso muy difícil la suerte suprema. No merecía los tres avisos; faltaron capotes amigos. No volvió la cara con un sexto que llevó toda la violencia a cuestas. Un trago también.
Volcánica fue la faena de Alberto Aguilar con un quinto que embestía con la misma agresividad que un huracán. Ponerse ahí y que el cuerpo no se moviera en la dirección contraria ya era mucho, incluso por la propia inercia de las fuerzas centrífugas. Dispuestísimo Aguilar, reseteó su mente de todo lo que llevábamos hasta entonces, y ya desprenderse de la psicosis era un ejercicio que superaba a la media. Falló la espada. No el corazón. Un santo nos pareció, ahora que ya ha pasado, el segundo al natural, que iba y venía, con la cara alta pero sin maldad. Qué miedo nos quedaba por pasar. Los mansos nos hicieron habitar el infierno. Y de qué manera.
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