Toros
Discreto triunfo de Mora Y Luis David Adame ante Margé
David Mora y Luis David Adame pasearon ayer sendas orejas en Zaragoza, como premio a sus discretas faenas a sendos toros de la ganadería francesa de Robert Margé, que debutó en dicha plaza
David Mora y Luis David Adame pasearon ayer sendas orejas en Zaragoza, como premio a sus discretas faenas a sendos toros de la ganadería francesa de Robert Margé, que debutó en dicha plaza.
Fueron dos orejas merecidas, en tanto que solicitadas por el público, las que se cortaron hoy en Zaragoza, pero de tan justo peso específico como las faenas que las avalaron, aseada la de David Mora y habilidosa la de Adame, aunque ambas sin especial brillantez. En cambio, la faena de mayores méritos de la tarde, la que Román le hizo al segundo toro, se quedó sin trofeo tangible por falta de un buen remate con los aceros, en concreto los tres pinchazos que predecieron una estocada fulminante del valenciano. Pero este albur es intrínseco a las corridas de toros, donde la suerte se reparte de forma arbitraria y caprichosa obligando a sus protagonistas a lidiar tanto con la fortuna como con el propio peligro de los toros.
En este caso la suerte se repartió dispar entre los lotes que formaron los ejemplares con cinco años cumplidos, bastos o de aparatosas hechuras, que el ganadero Robert Margé embarcó para Zaragoza a las orillas del Ródano. Y así, resultó noble, manejable y agradecido el de David Mora, que ya aprovechó el buen son del que abrió plaza para cuajarle, en un manojo de verónicas mecidas desde el pecho, el mejor toreo de capa de la tarde y, también, la parte más notable de su actuación, en tanto que con la muleta no pasó de pulcro y no acabó de apurar la bonancible condición del animal. Por el mismo camino iba también el trasteo de Mora al cornalón cuarto, sólo que, poniéndole a la cosa un punto más de fibra y entrega, con una serie de embraguetados derechazos a final de faena consiguió compensar el escaso celo del astado y sumar puntos suficientes para pasear esa oreja casi de consolación.
La que después obtuvo del sexto Luis David Adame, tras manejarse con suficiencia ante el descastado sobrero de El Torreón, también llegó in extremis, no solo al final de la corrida sino de la misma faena. Ese último de la divisa gala fue un toro basto y cuajado que, rajado desde su salida, apenas tuvo unas medias y desclasadas arrancadas que el mexicano, buscando con variedad la complicidad del público, aprovechó con tanto afán como habilidad para llegar a tiempo de llevarse el trofeo.
En tal contexto, aún cobró más valor lo que Román le hizo al segundo, un astado noble pero lastrado por sus escasas fuerzas en los cuartos traseros. Había, pues, que templarlo, equilibrarlo y tirar de él con precisión, al tiempo que evitar que cumpliera sus amagos de rajarse. Y eso fue exactamente lo que hizo el joven valenciano. Con firmeza y con criterio, Román llegó incluso a cuajarle dos soberbias series de naturales, tirando a pulso de una embestida renuente en el mejor pasaje muletero de la corrida, por mucho que esos tres pinchazos citados lo dejaran todo en una insuficiente vuelta al ruedo, ya que el quinto no le dejó desquitarse, en tanto que no cesó de soltar hachazos con sus aparatosos pitones hasta que huyó descaradamente a tablas.
EFE
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