Historia

Sevilla

Dos dinastías que reviven

Pepe Luis Vázquez
Pepe Luis Vázquezlarazon

Retiro madrileño de verano, Miraflores de la Sierra vuelve a abrir el círculo. Esta misma tarde. Apenas unas horas para el nuevo amanecer. Años después. Muchos. Demasiados para dos familias legendarias, sagas toreras hasta los tuétanos que encadenaron, miembro a miembro, eslabón a eslabón, figuras del toreo. Mitos. Ahora, la juventud y las ganas, la alegría de vivir, desencallan una estrecha amistad varada con el paso de los años. Esa letanía de almas enterradas, esa lejanía de personas queridas caídas bajo el inquebrantable yugo mortal del ser humano. Dos nietos. Gonzalo y Pepe Luis. Bienvenida y Vázquez. Dos dinastías. Estrechamente fundidos de nuevo por esos renglones torcidos que Dios se empeña en escribir. Puro azar. Perfectos desconocidos con residencia en Madrid y Córdoba hasta que la agenda del móvil de una tercera persona los puso en sintonía. Misma frecuencia. Ese amor al toro que ambos mamaron, por uno u otro camino, de sus respectivos abuelos. Esta tarde llega el momento de que la horma, imberbe e imperfecta en sus cuerpecitos que no rebasan los veinte años, comience a adoptar la forma adecuada. El tiempo dirá, el toro dispondrá, pero hoy dos sagas épicas resucitan para volver a caminar juntas en el ruedo en una becerrada con aroma a leyenda.

«Nos conocimos de la manera más caprichosa», relata Pepe Luis, «un amigo mío de Córdoba, Luis Mateos, se marchó para Madrid a estudiar y casualidades de la vida fue a parar a la clase de Gonzalo, un día entre clase y clase, trasteando con los móviles, éste vio mi nombre en su agenda y, claro, le preguntó asombrado: "Oye, ¿no será el nieto de...?"». Efectivamente. El nieto del mismísimo Pepe Luis Vázquez, figurón del toreo y pionero de la Escuela sevillana. «Le pedí el teléfono, nos llamamos y comenzamos una relación que no deja de vincularnos cada vez más, porque tenemos tantísimas cosas en común, sobre todo ese sentimiento tan especial por el toro y por nuestras respectivas familias», prosigue el discurso el joven sevillano, que no dudó en compartir sus vacaciones y algún que otro becerro juntos en Fuegirola con Gonzalo, al que no dudó en abrir su casa para que conociera al hoy ya recordado Socratés de San Bernardo.

Con el dolor aún reciente, apenas dos meses desde su muerte, el menor de los Vázquez no oculta que su abuelo era su «gran debilidad y viceversa». «Mi abuelo era la órbita sobre la que giraba toda mi familia y teníamos muchísimo respeto por él, cabeza y corazón nos decía, sus dos grandes pasiones eran los toros y sus nietos, así que yo le encajaba de maravilla... De hace dos años a esta parte, me volqué aún más con él y lo que más me llenaba era pasar el fin de semana en su casa, más que consejos me ponía ejemplos de su vida, puras lecciones, porque hasta el mismo día antes de su muerte, quiero dejar claro, que mi abuelo tuvo la mente perfecta: fecha que le decía, fecha que recordaba», recuerda aún con los sentimientos a flor de piel.

Menos suerte tuvo el otro protagonista de hoy en Miraflores. Gonzalo Bienvenida no pudo conocer a su abuelo Antonio, fallecido en 1975 -con once Puertas Grandes en Madrid en el esportón- por una inoportuna voltereta de una vaca en un tentadero: «He visto cantidad de vídeos suyos toreando y me quedo con esa cualidad que toda la gente alababa, su naturalidad, no se equivocan los que afirman que fue el diestro que más natural toreó, sin haberle conocido le tengo una enorme admiración, por su lealtad, amor propio y sacrificio...». Valores, todos ellos, ligados a su carrera. Una palabra que Gonzalo no quiere ni oír mentar. «No deseo ser profesional, lo aclaro de antemano, se me presentó esta oportunidad por parte de la Comunidad y, pese a que me cerré en banda durante dos semanas, tras consultarlo mucho con mi familia, acabé aceptando, pero no me planteo más», deja claro.

Todo lo contrario sucede con Pepe Luis, aunque él sostiene que ahora mismo «el toreo es un mero complemento que no es foco» de su vida. «Tal y como está la vida de complicada, mi familia me recomienda tener cierta seguridad antes sobre mis espaldas, acabo de hacer selectividad y voy a empezar en Madrid -está a punto de rubricar también su incorporación a la Escuela Taurina Marcial Lalanda- periodismo con empresariales, porque el Derecho que hace Gonzalo quita mucho tiempo para el toro», bromea. «Me siento torero, es mi pasión y mi sueño, pero el toro aún no me ha dicho mi medida como matador», trata de autoconvencerse. Nada más lejos de la realidad, el sano «gusanillo» ya está en su interior. Gonzalo Bienvenida, que ha bajado considerablemente de peso en su camino hacia el gran día, lo suscribe: «Lo que para mí ya es una línea de meta, para Pepe Luis no es más que un escalón más hacia su destino: ser una grandiosa figura del toreo».

Y es que como íntimos amigos, el intercambio de elogios es recíproco. «Es elegante y fino con las telas, muy sevillano, además de esa gracia y variedad que caracteriza a la escuela sevillana, Pepe Luis añade un toque de clase al alcance de muy pocos», sigue alabando Gonzalo; de quién su ojito derecho en Sevilla afirma que «es un Bienvenida, no hay más, se parece muchísimo físicamente a su abuelo Antonio, el corte clásico y esa forma de ser tan pura... como torero y como persona».

Una amistad entre familias, que parecía extinguida por el veneno de la distancia y la condena del paso del tiempo, rehabilitada en los últimos meses. «Desde que falleció Ángel Luis Bienvenida se fue apagando el contacto hasta casi desaparecer, ahora nosotros hablamos por teléfono todas las semanas, como hacían nuestros abuelos a pesar de estar ya retirado Pepe Luis».

De lo que no cabe duda es que para ambos, esta presentación en público es «un reto nuevo e ilusionante». «Supone un paso al frente para darme a conocer, encima en compañía del nieto un icono del toreo, si los becerros lo permiten, nos vamos a divertir», pronostica el sevillano antes de que el madrileño vaya aún más allá. «Van a ver algo a lo que no están habituados, que no se ve todos los días, nuestra frescura y ganas de disfrutar, combinada con la torería que siempre tuvieron estos dos apellidos».

Ahí, en saborear la tarde, está la clave para Gonzalo, con 20 años, el mayor de ambos: «Reconozco que los primeros días después de desvelarse el cartel, me puse nervioso, hasta agarrotado toreando de salón, pero hablaron conmigo y hubo un cambio de mentalidad... Nada de presiones, esto sólo lo hago para disfrutar y que lo pasen bien conmigo, espero no defraudar». Pepe Luis replica con esa gracia tan sevillana: «El arte es como el jamón, muchos no saben por qué les gusta ni cómo está hecho, pero lo importante es que se lo llevan a la boca y está rico, así tiene que ser el buen toreo, aunque no tengas ni idea, aunque sea la primera vez que vas a la plaza, enseguida sabes distinguir lo que vale de verdad, esperemos que nuestro toreo sea patanegra», sonríe con picardía el descendiente de ese genio que legó al toreo el «quite del perdón» y el «cartucho de pescao».

El mismo que, jovencito, allá por 1937, debutaba vestido de luces en la plaza de Algeciras junto a Antonio Bienvenida. ¿Les suena la historia? El círculo se ha completado. O justo recién comenzado. El libro, desempolvado, y otra vez abierto. Las páginas vuelven a llenarse de tinta y oro.