Feria de Abril
Duelo «interruptus»
La corrida de ayer descarriló por el mal juego de los toros de Jandilla pero asomó la rivalidad entre El Juli y Roca Rey, entre uno de los mariscales del toreo y otro que aunque sea actualmente el diestro más taquillero aún le falta el asalto definitivo a la cumbre. El Juli, con el reciente indulto a cuestas, trató de defender los galones en el puesto de artillería. De qué iba la corrida quedó claro en el segundo toro cuando el torero madrileño se fue para el centro del ruedo, masticando el capote y masticándose el honor, para replicarle un quite por tafalleras y gaoneras a Andrés Roca Rey. El torero peruano representa en buena medida lo que El Juli hace dos décadas: la novedad, la frescura, el valor y la atractiva precocidad. El juego de los «jandillas» no permitió ni que Antonio Ferrera rememorara gestas pasadas –fue el gran triunfador de la última feria– ni que la riña entre el Juli y Roca Rey desembocara en un combate abierto. No obstante, la tarde tuvo momentos en los que se marcó el campo de batalla. Roca Rey se fue a portagayola en su primero para enseñar los espolones. Tomó aire en las tablas, se caló la montera, se persignó tres veces como si repitiera un ritual supersticioso y cruzó el anillo arrastrando el capote para colocarse de hinojos en la puerta de chiqueros. La emoción volvió a repuntar con un pase cambiado de rodillas pero ahí murió la faena con un toro que fue de más a menos. En buena medida la tarde murió también después de pasar el ecuador del tercer toro. La coda final del sexto –persecución furtiva de Roca Rey a un manso que metía la cara con clase– apenas amortiguó una tarde de gran expectación en la que se cumplió el refrán. La despedida del público fue una pitada al presidente por no otorgar la oreja al Juli en su primero. Quizá se tratara de un desahogo por un duelo que se quedó a medias, una rivalidad «coitus interruptus».
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