Toros
El día que más falta hacía, no ocurrió
Oreja de Juan Leal y Luis David en la penúltima de la Semana Grande de San Sebastián
Oreja de Juan Leal y Luis David en la penúltima de la Semana Grande de San Sebastián
Román, después de su paso por Valencia a modo de reaparición, normalizaba su temporada después de que aquel toro en Madrid nos dejara una imagen inolvidable, por terrible. Cornada fuerte la suya. Y meritoria la vuelta, como si no pasara nada en Julio. Como si el paso del tiempo lograra hacer caer en el olvido la dureza extrema del toreo. Jabonero su toro primero en San Sebastián. Precioso de estampa. Y mansito y cansino para ir y venir sin más alicientes y querer rajarse. Hasta la misma puerta de toriles regresó antes de que Román tomara la espada. Esa en la que se juegan todo, y lo primero la integridad. Alargó faena Román en el intento de sacar partido al animal, que tenía franqueza en el viaje, pero pocas emociones. Por ambos pitones, por varios terrenos uno y otro, hasta que una estocada precedió al fallo con el descabello. Pobre entrada registró Illumbe la tarde en la que la gente se quedó en la Concha, hasta arriba. La acústica de la cubierta donostiarra agudizaba los sonidos, se multiplicaban hasta hacer visible lo invisible. La voz, un zapatillazo, el peso de la presencia del toro en las cercanías... El torrealta, en este caso, tuvo cierta repetición pero muy informal y sin entrega, por arriba empezaba y acababa todo. En el centro armó Román la faena, aunque había una línea divisoria marcada por la sosería del toro que no fue fácil superar. Se colocó Román, recolocó y quiso en una labor demasiado larga, respaldada por el valor.
Juan Leal dio una vuelta al ruedo en el primero. De rodillas le había esperado con la muleta en el centro del ruedo. Nobleza tuvo el toro, pero nunca jamás quiso humillar en los encuentros. Leal sumó en la faena a fuerza de valor, y de tragar esa embestida con los pitones a la altura de la barriga y le falló el verduguillo.
Juan Leal entra a matar con un volapié
Tuvo buena condición el quinto, al menos en las primeras tandas, cantó su mansedumbre al poco. Al unísono que se relajaba Juan Leal, que le iba cogiendo la distancia y el pulso, las bondades del toro se evaporaban. Después siguió con más irregularidad detrás del engaño y Leal no tardó tampoco en forzar la máquina, en buscar los adornos de rodillas y conquistar así el trofeo al que se había quedado a las puertas en el anterior. No perdonó un quite y al sexto le pegó infernales gaoneras, por su cercanía.
Tenía Luis David ganas de brindar y el toro ganas de embestir. Así que le hizo posponerlo. Antes había replicado al quite de Leal con lopecinas. A esa prontitud que tenía el animal le faltó enseguida regularidad en el viaje. Adame resolvió con oficio y eso sí la estocada fue fulminante. Casi tanto como el trofeo. Brindó el sexto a la banda de música por haberles mandado callar en el toro anterior en un momento de fulgor. Pases cambiados por la espalda vinieron después con un toro más manejable, aunque de poca duración y saliendo desentendido al que acabó la faena por poncinas. La espada esta vez se cruzó.
La tarde se nos había ido demasiado larga. El día que más se necesitaba, por la carrera incipiente de los espadas, no ocurrió.
Román da un natural, esta tarde en la penúltima del ciclo donostiarra
Ficha del festejo
San Sebastián. Tercera de la Semana Grande. Se lidiaron toros de Torrealta, igualados y correctos. 1º, noble pero sin humillar; 2º, va y viene rajadito y sin entrega; 3º, desigual de ritmo; 4º, de más a menos, irregular; 5º, complicado por descastado; 6º, desentendido. Un tercio de entrada.
Juan Leal, de malva y oro, estocada, dos descabellos (vuelta al ruedo); estocada delantera (oreja).
Román, de azul pavo y oro, casi entera, cuatro descabellos, aviso (saludos); pinchazo, aviso, estocada (saludos).
Luis David, de azul marino y oro, estocada (oreja); pinchazo, media delantera y baja (silencio).
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