Toros
Entregar la vida por un sueño, por la gloria
Esta es nuestra verdad. Lamentablemente, un chaval tan noble como Víctor nos la recordó hace unas horas. No hay trampa ni cartón cuando sale el toro por chiqueros. La sangre es de verdad y cuando los toros cogen hieren también de verdad. Cuando te abren las carnes, siempre hay consecuencias a superar, físicas y psíquicas, que sólo nuestra afición desmedida nos permite resolver. Todos los profesionales que nos ponemos delante de las reses lo sabemos. Somos conscientes de este riesgo y apostamos, echamos la moneda al aire, precisamente por amor a ese toro que otros no comprenden. Asumimos las condiciones, aunque muchas veces las arrinconemos, las olvidemos. Quizás, por ese propio temor, no quieres sacarlas a relucir. Los nervios, la confianza en uno mismo, la seguridad... ¡quién sabe! Hace que otras veces frivolices o incluso bromees con ello. Nada más lejos de la realidad... La verdad está ahí. A la vista en todo momento. Oculta. Dormida. Pero latiendo, aguardando a cada instante, en cualquier plaza de toros, tentadero o en ese campo que tanto amamos.
Hoy en día se ha llegado a tal perfección en el toreo, se realizan tantas cosas a los toros, que si lo piensas fríamente es hasta lógico que puedan llegar percances tan fatales como el de Víctor. Ahora sólo nos queda honrarle como honramos a esta profesión tan dura, tan complicada, pero también tan maravillosa, que tanta gloria nos otorga. Debemos darle valor, importancia, a lo que hacemos cada día que nos vestimos de torero. No sólo entregamos una niñez y una adolescencia por nuestros sueños, sino que también entregamos la vida misma. El bien más preciado. Completa. Íntegra. De ahí, el respeto que merecemos y reclamamos. En lo personal, fui el padrino de la alternativa de Víctor en Madrid aquel 8 de abril de 2012. Pero nuestra relación comenzó mucho antes. Sus primeros años, todavía sin picadores, iba a entrenar a la plaza de toros de Móstoles y, ahí, atisbé sus tremendas ganas de ser torero. Por un percance, al final, me tocó darle la alternativa y me consta que le hizo una enorme ilusión que llegara de mis manos. Fue una ilusión mutua. Recíproca. Luego, viví la dureza de su carrera en busca de abrirse paso y esos entrenamientos en la Casa de Campo junto a un montón de chavales y alumnos de la Escuela de Madrid. Con ellos, compartía sueño. Desde hoy, también la gloria del toreo. Hasta siempre, Víctor.
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