Sevilla
Faena cumbre, pero sin espada, de Ferrera a un gran toro de Victorino
Oreja de ley del extremeño que firmó una de las mejores faenas de su carrera
La Maestranza (Sevilla). Última de la Feria de Abril. Se lidiaron toros de Victorino Martín, bien presentados. De excelente juego, el 4º, bravo y encastado. El 5º, de muy buen pitón izquierdo. El resto, complicados y deslucidos. Casi tres cuartos de entrada.
Antonio Ferrera, de obispo y oro, pinchazo, estocada (palmas); media caída, estocada (oreja). El Cid, de tabaco y oro, estocada casi entera (silencio); estocada (algunos pitos). Iván Fandiño, de amapola y oro, dos pinchazos, media tendida, descabello (silencio); estocada (silencio).
Hubo que esperar al antepenúltimo toro. «Disparate», de Victorino Martín, se cruzó con Antonio Ferrera para firmar la faena de la feria. Cumbre del torero extremeño que tejió en La Maestranza la mejor faena de toda su carrera profesional. De dos orejas, con mucha fuerza, de no haber marrado con el acero, que dejó el premio en un trofeo. Cumplió con el capote y protagonizó un sobresaliente tercio de banderillas, rebosante de torería. El toro iba a más y el torero creció una enormidad. Sus naturales fueron cumbre, plenos de temple y profundidad. El extremeño vio muy pronto al toro y ayudó a que rompiera. A partir de ahí, el delirio en La Maestranza. La faena se elevó por encima de lo imaginable cuando soltó el estoque y con la muleta en la diestra bordó el toreo aún más profundo al natural. Un cambio de mano y un muletazo sobre la izquierda que no se olvidarán en años. Fue la faena de la feria. Sin duda. Y, seguro, también la mejor de la carrera de Ferrera. Lástima de espada: el trofeo hubiera sido doble.
Antes, rompió plaza con un primero muy complicado, que se quedó corto, miró mucho al torero y se revolvió con prontitud. Intentó faena el extremeño por ambas manos, sin poder dominar la difícil situación. Cambió los terrenos, pero el animal, muy reservón, se fue a tablas.
El Cid cumplió con el capote y le debió ver algo bueno al toro, pues lo brindó y se clavó en los medios para plantear una faena primero al natural, pero el de Victorino apenas pasaba. Cambió al toreo en redondo y no pudo pasar de muletazos meritorios en los que expuso mucho. El animal embestía, cuando lo hacía, sin celo ni raza.
El quinto, sin embargo, tuvo muy buen son. Especialmente por el pitón izquierdo cuando logró mostrarlo el de Salteras. Fueron naturales de bella factura, que hicieron concebir esperanzas. Se atisbaba otra faena grande, pero las ilusiones se fueron difuminando y el diestro no terminó de rematar su obra. Terminó provocando el enfado del público.
Toreó con la capa Iván Fandiño a su primero para sacarlo a los medios. Fue el preludio de una labor más técnica y de disposición que de lucimiento, porque el burel apenas pasaba y cuando lo hacía mostraba sosería y falta de raza. Tanto que acabó junto a tablas.
Tampoco tuvo suerte con el «Victorino» que cerró la feria. Una res que sacó genio en el capote y lo que tomó a saltos. Se rebrincó aún más en la muleta y cabeceó para terminar como su hermano junto a las tablas. Disposición de Fandiño, que logró robarle algunos muletazos aceptables, pero sin edificar una labor sólida. Mala suerte en su paso por Sevilla.
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