Sevilla
Fiasco a lo grande en Sevilla en el «No hay billetes»
Buen toreo de capa de Morante de la Puebla y El Juli en el decepcionante festejo que cerró San Miguel
La Maestranza (Sevilla). Tercera de la Feria de San Miguel. Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq, el 3º como sobrero, y Parladé (5º y 6º), bien presentados. El 1º, deslucido, parado e imposible; el 2º, deslucido y poco claro; el 3º, manejable, pero un punto brusco; el 4º, deslucido y sin clase; el 5º, descastado y sin fondo; y el 6º, descastado. Lleno de «No hay billetes».
Morante de la Puebla, de nazareno y oro, media, descabello (silencio); pinchazo hondo, descabello (silencio). El Juli, de berenjena y oro, estocada corta (silencio); estocada corta, descabello (silencio). Alejandro Talavante, de azul y oro, estocada caída (saludos); estocada (silencio).
Daban ganas de empujar al toro detrás de la muleta de Morante. Todos queríamos. A rabiar. Dar continuidad a la magia que él había sembrado en La Maestranza nada más empezar. Primero de la tarde. Cuatro verónicas espléndidas, templadas, encajadas, tersas y hondas. Puro Morante soberbio en la media. Mecía el capote el de La Puebla para dejar a ese primero en el caballo y nos sorprendió con una media verónica de las que te dejan el estómago tiritando, envenenado. Expectación máxima. Pero el «Juampedro», maldito él y toda su falta de casta para no querer seguir el engaño de ese torero en estado de gracia. Divino tesoro tiene la Tauromaquia en Morante, aunque el toro no quisiera empujar. Y ni uno lograra pegarle en el trasteo de muleta.
Tampoco el segundo puso mucho de su parte para que El Juli aclarara el panorama. Cuando llegamos al último tercio le quedaban pocas arrancadas y poco claras. Ni para El Juli. Sí valió la pena el saludo de capa por verónicas, a pies juntos y con su sello, las manos tan bajas que le dan una expresión brutal. Y hasta ahí pudimos leer.
Cuando el tercer toro perdió las manos en el tercio de varas la gente clamaba. Ya cansaba el tema. No sabíamos lo que nos esperaba. Y salió el pañuelo verde de presidencia para dar paso al sobrero del mismo hierro. Y bien que ocurrió, al menos el toro se movió, con ese punto de brusquedad que hacía interesante lo que ocurría en el ruedo. A Alejandro Talavante se le veía tranquilo, incluso esperando a coger la muleta. Imprimió suavidad a aquello, a una faena en la que iba alternando una tanda con una mano y la otra. Quizá con la diestra encontró más equilibrio con ese toro, atacándole, ligando, con temple y en conexión con el público. Hubo momentos bonitos, muletazos buenos, un remate muy torero y una espada que cayó más abajo de la cuenta.
Cabeceaba el cuarto de Juan Pedro, cansado, queriendo quitarse del medio la muleta de Morante. Se desmoronaba el morantismo que inundaba ayer Sevilla. No podía ser. Y no fue.
Lo mejor del quinto fue el quite que hizo Morante a Santi Acevedo cuando fue a poner los palos. El Juli salió enérgico para comenzar faena, pero la faena no era, y el toro tampoco. Detrás del animal, de su bella estampa, no había fondo de bravo que sustentara aquello, además de mantenerse en pie, poco hacía, como mucho, la foto para turistas. Un desastre a estas alturas, una sangría para los bolsillos.
El sexto salió también con lo justo. Y Talavante lo intentó pero habíamos caído heridos en la batalla. Petardo de los gordos. Habíamos perdido una ocasión de oro con la bella Maestranza llena hasta la bandera, en época de crisis, con la tasa de paro disparada y los precios por las nubes. Hecho el milagro, se nos derrumbó la tarde, imperdonable. En tardes así duele el doble.
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