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Rivera Ordóñez, trasladado a Zaragoza, donde le esperaba Lourdes, su mujer

«Llegó a la enfermería con las tripas fuera». A pesar de lo aparatoso de la cogida de Huesca, el doctor Enrique Crespo asegura que no se llegó a temer por la vida del torero Francisco Rivera Ordoñez «Paquirri»

El torero Francisco Rivera, quien sufrió ayer una grave cornada en la plaza de toros de Huesca, a su llegada a la Clínica Quirón de Zaragoza.
El torero Francisco Rivera, quien sufrió ayer una grave cornada en la plaza de toros de Huesca, a su llegada a la Clínica Quirón de Zaragoza.larazon

Allí le esperaban su esposa, Lourdes Montes, y su hermano Cayetano, quienes han viajado en AVE hasta la capital aragonesa.

A lo largo de la historia hemos podido comprobar como el toreo es algo más que arte, su propio nombre en griego lo indica (lucha contra el toro) lucha valiente y firme del matador en el albero.

Hace algo más de treinta años moría en la enfermería de la plaza de Pozoblanco el diestro gaditano Francisco Rivera Pérez «Paquirri», el pasado lunes, en Huesca, su primogénito Francisco Rivera Ordoñez fue gravemente corneado por un astado de Albarrea temiéndose lo peor y con una fea reminiscencia familiar.

Comenzó la feria de la Albahaca de Huesca en la que la terna inaugural compuesta por Paquirri, El Fandi y López Simón hacía el paseíllo. Transcurría la tarde con normalidad, cuando Francisco Rivera Ordoñez se dirigió a los medios del albero para fijar al cuarto de la tarde con el capote. El diestro, que ya había sido avisado por el toro a través del mismo pitón, fue corneado bruscamente en la zona del bajo vientre, estando prendido durante largos y agónicos segundos por la res. La cuadrilla le quitó el toro como pudo y de inmediato fue llevado a la enfermería, donde fue intervenido de urgencia.

El encargado de la operación fue el cirujano Enrique Crespo, con el que hablamos y nos explica cómo fueron los primeros instantes en los que el torero llegó al quirófano del coso oscense:«Adivinamos que estaba herido de gravedad, aunque honradamente no sabía que tenia una cornada tan profunda, pensaba que tenía rota la arteria femoral. Llegó a la enfermería con las tripas prácticamente fuera, y con un orificio de entrada de más de veinte centímetros cuando lo normal suelen ser tres, cuatro o cinco. La cornada fue tremenda e iba de una cadera a otra. Una de las trayectorias, la seria, se metió en el abdomen y le llegó hasta la columna por encima del ombligo, despegándole la aorta y entrando el pitón por encima de la ingle».

Le preguntamos si en algún momento se temió por su vida y nos confirma que «no temimos por su vida y no se le salvó porque en ningún momento estuvo en trance; sí, en cambio, se temió y teme por las lesiones tan serias debido a la forma en que fue corneado».

El lunes por la noche fue trasladado al Hospital San Jorge de Huesca, donde «se le hicieron todo tipo de pruebas, entre ellas, un tac abdominal para comprobar que no había más lesiones y efectivamente fue así, además se le realizó una analítica donde todo estaba bien y sus constantes eran buenas, explica».

Según el cirujano «las complicaciones pueden aparecer debido a la gravedad de la cornada y que por ello dentro de la estabilidad en la que se encuentra el matador, hay que ser cautos. Francisco Rivera pasó una noche muy mala y no durmió nada, con mucho dolor, muy mala cara y sedado». El torero fue trasladado en la tarde de ayer al hospital Hospital Quirón de Zaragoza, donde será atendido por el equipo médico del doctor Val-Carreres, que ya atendió a toreros de la talla de Ortega Cano y Julián López «El Juli».

La calma del diestro Juan José Padilla

Padilla, junto a otros banderilleros, fue quien sacó a Rivera de la arena. Los gestos de dolor eran signo de que la cogida había sido grave. «Sí estaba nervioso, porque el dolor era tremendo. Tenía una sensación de agobio y quería que le quitasen la ropa. «¡Me la ha pegado!, nos decía», recordó el diestro. El hijo de Paquirri también era consciente de cómo había sido la cornada y, de hecho, las palabras que dijo recordaron a las que pronunció su padre antes de que le sedasen: «La trayectoria de la cornada es ascendente. Haga usted lo que tenga que hacer», dijo al doctor.