Ferias taurinas

Jiménez Fortes, actitud sin espada en otra faena tardía

Derechazo templado y profundo de Jiménez Fortes, ayer, en Sevilla
Derechazo templado y profundo de Jiménez Fortes, ayer, en Sevillalarazon

La Maestranza (Sevilla). Novena de la Feria de Abril. Se lidiaron toros de Daniel Ruiz y Parladé (4º y 6º), bien presentados. El 1º, bravo y enrazado; los demás del hierro titular, más deslucidos. Manejables, los dos remiendos. Casi tres cuartos de entrada.

El Cid, de azul pavo y oro, estocada (silencio); estocada, dos descabellos (silencio).

Miguel Ángel Perera, azul rey y oro, estocada (palmas); cuatro pinchazos, aviso, media, trece descabellos, segundo aviso (silencio).

Jiménez Fortes, vainilla y oro, estocada caída (silencio); estocada atravesada, dos descabellos (saludos).

A punto estuvo otra vez de suceder el milagro. Como en tantas tardes de esta feria, los mejores momentos llegaron en el último sorbo, cuando ya el desencanto hacía presa entre los aficionados. Jiménez Fortes rozó la oreja, pero no pudo ser. Dichosa espada. Perera no tuvo suerte con su lote y El Cid tampoco pudo arreglar su tarde.

El sevillano salió presto a recoger al primero, que quedó emplazado en los medios. Allí fue el torero a buscarlo para, una vez en el tercio, estirarse a la verónica. El animal fue a más y regaló buenas embestidas por ambos pitones. Mostró fijeza y raza. En los medios comenzó la faena El Cid. Correcto, pero sin levantar el vuelo, pues le tropezó la pañosa en ocasiones. Con el cuarto, también de buen son pero más sosito en las embestidas, el torero tampoco acabó de acoplarse. Si bien lo toreó con temple y suavidad en el manejo de su percal, su labor con la muleta tuvo altibajos. Le costó conectar con el público, que apenas se manifestó. En el haber del espada de Salteras algunas tandas con ambas manos, limpias y templadas. En otras, le enganchó mucho más el engaño, por lo que el proyecto no terminó de entusiasmar.

Perera estuvo habilidoso con el capote y muy dispuesto con la muleta ante un burel reservón, que sacó dificultades. Molesto hasta que, al final, se paró. Se estiró a la verónica el torero para recibirlo y aprovechó estas primeras embestidas. Con la franela, compuso una faena entonada, tapando defectos del astado que, sin celo en las acometidas ni fijeza, estuvo a punto de cogerlo en dos ocasiones. Arriesgó sin inmutarse. El segundo de su lote no le permitió ni eso. Era un toro para el puro desencanto y no para plantearle ni siquiera faena. Sin embargo, se lo llevó a los medios y allí construyó una faena que no podía llegar demasiado lejos. Le ofreció sitio y suavidad en los muletazos, pero el astado cantó su mansedumbre para huir de los alrededores del torero, que tuvo luego excesivos problemas con los aceros. Él y el público, pues, en uno de los intentos, el descabello salió catapultado unos diez o doce metros hacia el callejón.

Saúl Jiménez Fortes no pudo pasar de digno y dispuesto con un tercero que no le dejó, ya desde el principio, estar a gusto. Sacó unas embestidas descompuestas y variantes. Todo con brusquedad. Luego se aburrió e intentó irse de la faena. Siempre con evidente peligro. Firme y decidido el malagueño, que apuntó intenciones. No había más que hacer. Esa actitud buena cobró vida y sabor en el sexto. Primero, con un agradable quite por chicuelinas; y luego en una faena bien cimentada, con disposición y entrega. El toro puso la necesaria colaboración y el joven espada, madurez y buenas maneras. Faena de oreja, pero no hubo rúbrica con la tizona.