Ferias taurinas
La fiera ha vuelto y es Rey
Manzanares y Roca Rey salieron a hombros en la última de la Feria de Olivenza
A Roca Rey le encontramos en el mismo lugar que le dejamos el año pasado: capaz de jugarse los muslos en cada muletazo, a pesar de que le haya calado unas cuantas veces
Olivenza. Quinta de feria. Se lidiaron toros de Victoriano del Río, bien presentados. El 1º, noble; el 2º, de buena condición pero le falta codicia; el 3º, encastado y de buen juego; el 4º, manejable; el 5º, repetidor y noble; y el 6º, muy a menos. Lleno de «no hay billetes».
Morante de la Puebla, de mandarina y azabache, estocada, cinco descabellos (silencio); estocada, dos descabellos (saludos).
Manzanares, de grosella y oro, estocada arriba, aviso (oreja); estocada (oreja).
Roca Rey, de malva y oro, estocada (dos orejas); bajonazo (silencio).
¿Quién me iba a decir a mí que acabaría viendo la corrida desde Presidencia? Casi mano a mano con el usía pero en secreto. Infiltrada. El paraíso para un periodista.
Maldades se desataban en mi interior, pero sólo en la cabeza. Los avatares de las entradas y los llenazos imposibles nos abocan a los “plumillas” a estas inverosímiles situaciones.
Un destello de luz y sorpresa fue cuando se abrió el paseíllo y Morante estrenó vestido. Un mandarina, venga va naranja, butano, qué sé yo... y azabache, eso sí, que hablaba por sí solo hasta en tarde nublada. “¡Adiós!” leí en los labios a uno, amigo por cierto. Morante no deja impasible, sobre todo cuando se abre de capa, capotillo, descolorido, cogido cortito, cerca de la esclavina, y se ciñe en tres y la media. Y de pronto uno sueña, porque lo que queda por delante no lo sabe nadie. De nadie es. Y la imaginación es nuestra. Soñamos pues. Sueñen que todavía no han leído. La faena tuvo su punto, los primeros derechazos, noble el toro, bien hecho el de Victoriano del Río, y un cambio de mano repleto de torería. Fueron los destellos de Morante, los pellizcos, nada rimbombante, pero aquello por lo que sabes que vas a volver. Borremos el descabello. Y la vara del cuarto por la que llegó al trasteo con lo mínimo. No hubo lugar. El quite de la tarde lo hizo después a Blázquez. Milagroso.
Excelso fue el quite por chicuelinas y la media de Manzanares. De calidad el toro pero un punto falto de repetición y se paraba así el toreo en la faena de muleta que quería arrancar. Reunido con el animal y ceñido en unas soprendentes manoletinas en su tauromaquia con las que puso fin al trasteo antes de cobrarse una estocada en lo alto de efecto lento. Sumó la otra oreja del quinto que sí repitió en las telas y compuso Manzanares en un trasteo quizá falto de estructura pero no de ajuste con el toro ni de empeño. Fue al final, tras la espada, cuando la gente despertó y se abrió la Puerta Grande.
A Roca Rey le encontramos en el mismo lugar que le dejamos el año pasado: capaz de jugarse los muslos en cada muletazo, a pesar de que le haya calado unas cuantas veces. No sé si le funciona la cabeza pero le aguanta el corazón una barbaridad. Salen veinte toreros de este peruano dispuesto a comerse el mundo. Lo vimos en las gaoneras, lo sufrimos en los estatuarios y la gente entró de lleno en la faena a un toro encastado, de buena condición, que humilló, repitió y soltaba un punto la cara de vez en vez. Ahí le encontraba siempre a Roca, en el mismo sitio y a la misma hora. Así, la conexión con el público es brutal. Abruma esa capacidad, a pesar de que esconda mucho la pierna de atrás o de que a las tandas les falte en ocasiones contundencia. Es un huracán que no deja pensar. Las bernadinas y una estocada de entrega absoluta le valieron para ganarse el doble premio. Quiso más que pudo el sexto y ahí el potencial de Roca Rey baja enteros, tiene menos margen de maniobra para la emoción. Lo intentó justo antes de irse a hombros de la plaza, junto a Manzanares. Un año más, Olivenza. Y ya van...
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