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«La manzana del toreo tiene gusanos, pero un corazón sano»
El madrileño regresa a los ruedos «con todas las de la ley» tras un año sabático
El madrileño regresa a los ruedos «con todas las de la ley» tras un año sabático
Abocado al destierro, aunque también a la liberación, como él mismo reconoce, alejado de la cara del toro por culpa de ese agujero negro llamado falta de contratos, Miguel Abellán volverá a vestirse de luces en 2014. El diestro madrileño es consciente de la crisis que aprisiona, que asfixia en sus casas, sin una sola fecha, a un buen puñado de toreros, pero también tiene claro que el toro es su vida. Una existencia que ha echado mucho de menos desde la barrera.
-Un año de parón y de vuelta a los ruedos. ¿Por qué?
-Pues, sobre todo, porque este tramo de descanso no hubiera querido tomármelo. Ha pasado un tiempo prudencial y en mi vida, la de este año, desde fuera del ruedo, echo muchísimo de menos al toro: ponerme en la cara y disfrutar.
-Con esta maldita crisis, ¿no quedó más remedio que echar el cierre?
-Me vi forzado por la coyuntura actual, el sistema existente y la carencia de contratos en la que me encontraba, como le está pasando a infinidad de compañeros los últimos tiempos. No había unas condiciones mínimas en las que yo considero que debo ejercer mi profesión y paré. Pero estoy agradecido del receso, después de veinte años en este mundo y quince inviernos sin desconectar, siempre con temporada también en América... He saboreado mucho esta libertad para vivir.
-¿No ha toreado nada, ni una becerra en el campo, durante todo este tiempo?
-Nada. Ni un tentadero hasta que anuncié mi regreso hace unas semanas. Y desde entonces, no te creas, sólo dos. Uno en lo de Casasola y otro en casa de Justo Hernández.
-¿No le picaba ese veneno taurino que lleva dentro o, precisamente por ello, trató de imponerse esa desintoxicación?
-Más bien lo segundo. Claro que me picaba el gusanillo y tengo la fortuna de contar con buenos amigos ganaderos que me han invitado a su casa para ir a tentar, aunque no toreara, pero traté de autoobligarme a no hacerlo para no activar ese deseo de vestirme de luces.
-¿Y qué tal, ahora, ese reencuentro?
-Bien, las sensaciones fueron buenas. Torear es como montar en bicicleta, nunca se olvida. Lógicamente estaba algo oxidado, no físicamente, pero sí en el tacto de los trastos, el manejo de los terrenos, la confianza... Si cada temporada mejoras en estos aspectos, imagínate como lo notas después de un año parado. Pero es sólo cuestión de retomar el entrenamiento. En cuanto pasen las Navidades, me voy para Salamanca y me encerraré en el campo. De vuelta a la tranquilidad y a esa dura preparación del torero en invierno.
-Costará tela cambiar de nuevo el chip...
-Sí, pero también añoro un poco esa rutina metódica, la disciplina militar del matador antes y durante la temporada, aunque no haya dejado de entrenar nunca y sea un tipo al que le gusta cuidarse y hacer mucho deporte. Además, si acepto el compromiso de volver, lo hago con todas las de la ley.
-¿Eso incluye regresar a Las Ventas?
-Por supuesto, no quiero rehuir la pelea, ni a las grandes ferias ni a las grandes figuras. Si puedo ir tres tardes a Madrid, iré... Cuantas más, mejor. Primero, porque es mi plaza, y, segundo, porque aunque ya no es lo que era y arregla toda la temporada a un torero que triunfa, Madrid sigue lanzando a muchos diestros. Además, la gente me conoce ya de unos cuantos años, no elijo ganaderías ni cartel, no estoy ahora tampoco en disposición de hacerlo. Lo que sí debe haber lógicamente es un interés y un ofrecimiento por parte de la empresa de Madrid, que considere oportuno que Miguel Abellán debe volver a San Isidro.
-Y de blanco y plata, claro...
-Amén. Así será, lo vestiré el día que vuelva a esa plaza. Todo el mundo asocia ya este vestido a mi carrera e incluso lo demuestran por las redes sociales o cuando me paran por la calle. Me gusta mucho, personalmente, creo que es el traje más bonito que puede vestir un torero.
-¿Cuántos trajes de ese color le ha encargado al sastre a lo largo de su carrera?
-Más de veinte, seguro. Sólo en mi casa ya tengo en las vitrinas más de diez... Muchos los he ido regalando.
-¿De dónde surgió ese idilio con el blanco y plata?
-De mi primer paseíllo de luces. Antes obligaban a los novilleros sin picadores a ir con el chispeante y yo entonces andaba apurado, no tenía traje. Me dejaron uno de un banderillero, de Luis Carlos Aranda, muy viejo, que casi parecía gris plomo en vez de plata. Me hizo mucha ilusión todo aquello y me dije que cuando ganara dinero sería el primer traje de torero que me haría. Llegó ese día y cuando me lo entregaron en la sastrería, me enamoré aún más de ese terno. Ya con caballos, me hice otro igual, la gente me decía que era el único color que me ponía, pero es que no tenía otro... Llegaron triunfos con esos vestidos, también las tardes épicas en Las Ventas con muchas orejas, Puertas Grandes, aún más sangre derramada en la arena. La leyenda de Abellán con el blanco y plata estaba escrita.
-¿Por qué Julián Guerra como apoderado?
-Porque, tal y como está este mundo, necesitaba de un «loco» con la ilusión de luchar y pelear por cambiar el sistema establecido y hacer que asomen nuevas cabezas por ahí arriba.
-¿Teme que ese mismo muro de la falta de contratos vuelva a ser un obstáculo insalvable?
-No, soy completamente consecuente con mi decisión y tengo asumido que la situación es aún peor a la que dejé hace un año con mi retirada. Ya no tengo 20 años, pegarle 20 buenos muletazos a un toro me llena mucho más que el número de corridas. Ojo que tampoco pretendo justificarme con una buena faena e irme contento ya a casa para toda la temporada.
-Le veo pesimista con el futuro de la Tauromaquia.
-Más que pesimista, escéptico, y no con la Fiesta, sino con su gente. No veo un punto común en el que sepamos encontrarnos todos los sectores de este espectáculo. Si tú preguntas, ningún taurino ha vivido un momento peor que el actual. Eso sí, la manzana del toreo tiene muchos gusanos dentro, pero el corazón sigue estando aún muy sano. Igual que pienso que está mal, también comprendo que podría estar mucho peor, así que hay que ser realistas, mirarnos menos a nuestros ombligos y ser un paso más solidarios con el futuro, del primero al último.
Los entrevistados hablan de La Razón
«Suelo leer prensa habitualmente y soy de los que acostumbra a hacerlo empezando por la contraportada, de atrás hacia delante. La primera parada es la sección de toros, lógicamente, cuando hay temporada; también me suelo detener en las páginas de deportes y política».
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