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La percepción de Madrid

La Razón
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Plaza de toros de Madrid, Las Ventas, bendita sea. Al principio era un reto, una meta que, como todos, como el resto de toreros que sueñan con la gloria, deseaba alcanzar. Al principio, aunque notaba que había adictos al toreo de Juan Mora, a su manera de entender este mundo, se puso muy complicada de lograr. Obviamente, eso era así conmigo y con todos, porque hay muchas barreras que solventar: el toro es abundante, las exigencias largas... Al final, todo cambia. Es el trayecto hasta que llega ese momento en el que tocas la sensibilidad de la plaza. Entonces, la notas entregada, volcada en tu toreo y todo el esfuerzo y el tiempo que ha costado hasta llegar a ese instante lo das por bien empleado.

Madrid tiene una capacidad de percepción grande. La naturalidad, los detalles, la torería... Todas estas cuestiones las captan y las valoran sus aficionados. Es verdad que Madrid tiene un sector de público en el que impera la severidad y, en ocasiones, parece que tape a la propia y natural sensibilidad de la plaza, pero no es así. Del primer al último de sus aficionados habituales ven el toreo muy bien. En la experiencia personal que me ha tocado vivir, reconozco que a mí me ha emocionado mucho la afición de Madrid, y ya no sólo conmigo toreando, sino también cuando veo que se enciende con el arte de otro compañero. Es impactante. Ese es el fondo real de Las Ventas y lo que la convierte en algo tan grande. Siempre hemos oído que diez minutos de toreo bueno en Las Ventas te cambia la vida, pero pienso que no hace falta ni la decena, con cuatro forjados desde el alma...también.

Y es que sobre la arena venteña no hace falta una faena larga para que el tendido paladee el toreo eterno.