Feria de San Isidro
La suerte de Bautista, de cara a pesar del viento
Al francés le tocaron los dos toros con opciones de la tarde en San Isidro.
Las Ventas. Decimosegunda de San Isidro. Se lidiaron toros de Alcurrucén. Desiguales de juego. 1º, va y viene sin transmisión; 2º, toro de entrega y profunda embestida; 3º, humilla con nobleza aunque de poco recorrido; 4º, manejable pero flojo de fuste; 5º, de mucho ritmo y clase; 6º, complicado. Tres cuartos de entrada.
Antonio Ferrera, de grana y oro, estocada (silencio); dos pinchazos, aviso, bajonazo (silencio).
Juan Bautista, de nazareno y oro, estocada baja, descabello (silencio); estocada (vuelta al ruedo).
El Capea, de azul marino y oro, dos pinchazos, estocada (silencio); pinchazo, estocada (silencio).
En la tarde venía todo a la contra, sobre todo porque hay algo capaz de frustar un festejo de arriba a abajo: el puñetero viento. Y estos días se está cebando en Madrid sin misericordia. Imposible para los toreros y complicado también para los toros que son muy difíciles ver entre oleada y oleada, ráfaga y ráfaga. Los dos ejemplares de Alcurrucén de la tarde cayeron en las manos de un mismo matador. A eso se le tiene que llamar suerte. La de Juan Bautista con los papelitos mágicos a media mañana cuando apenas se sabe y el miedo ronda por la barriga íntegro todavía. Despachó primero el francés a un toro de profunda arracada, tomaba el engaño por abajo y quería viajar. Muy de Núñez, de esos toros que hay que esperarlos hasta el final para conocer de veras el desenlace. A pesar del viento pudimos entrever, así debió sentirlo el torero que brindó el alcurrucén. Después en los terrenos del 5 y del 6 le hizo faena donde más resguardado se estaba. Cumplió con la derecha e incluso al natural pero las cosas no rodaban. Se escuchaba más cómo jaleaban los banderilleros que los que habían pasado por taquilla. Faltaron cosas. Las vitales para despertar la ilusión por ahí arriba en día frío y peleón.
Con el quinto se veía ante su último toro de la feria. Tuvo ritmo el animal y clase para tomar el engaño mejor todavía cuanto más suave. Prueba evidente. Estuvo Bautista más relajado, en la verticalidad y dejó esta vez sí muletazos de muy buen fondo, sobre todo una tanda al natural y uno soberbio. Pero faltaba compactar, una estructura más férrea que hiciera cómplice inmediato al público de lo que estaba pasando. De ahí que la oreja se quedara en vuelta al ruedo. Para eso están y no tantas que se olvidan a la media vuelta de la esquina.
Unos cuantos días después, si la mala memoria no me falla, por fin le llegó el brindis a Saúl Jiménez Fortes. Fue en el cuarto y directo a esa habitación del hospital San Francisco de Asís donde pasa los días el impasible torero consciente del milagro. Un milagro inexplicable. El caballero Ferrera pasó un mal rato con el viento sobre todo en el primero. Ahí arreció con fuerza ante un toro que iba y venía con poca transmisión y brutote, tan basto como alto era. Tampoco vimos la mejor versión de Ferrera esta tarde, a la que nos tiene acostumbrados con cotas de personalidad elevadísimas. El cuarto fue manejable, se dejaba hacer, desigual en el ritmo y con pocas transmisión. Le buscó las vueltas con similar desenlace.
El Capea tuvo un toro complicado que fue el sexto y un tercero noblón sin demasiado recorrido. El torero salmantino no dejó ni un resquicio rescatable más allá de la voluntad. Y el tiempo pasa. Muy lento cuando hace frío y atormenta el viento. Todo sea dicho.
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