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Las invasiones «antis» vandálicas

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Un aficionado resulta herido en el transcurso de una conferencia académica en la universidad por el boicot de los antitaurinos.

Dicen abanderar la defensa del animal y lo hacen atravesando el umbral de la libertad privada y lo rematan con la lesión de un aficionado que asistió el jueves a una conferencia taurina en una universidad de Madrid. La de San Pablo CEU para más señas. Y para más señas, Andrés de Miguel volvió a su casa, pero horas más tardes y con el húmero fracturado. Seis semanas le esperan de inactividad. «Menos mal que ocurrió en la primera planta, si los antitaurinos me llegan a coger arriba no sé qué habría pasado por la escaleras», recuerda horas después. Andrés de Miguel llegaba tarde a la conferencia sobre la «Simbología del toro en la Prehistoria», que impartía la Catedrática de Historia Yolanda Fernández Cuesta. Su sorpresa fue que al subir a la segunda planta, en el salón donde desde hace 14 años la Universidad celebra este tipo de actividades culturales, escuchó barullo y detrás de él vio a Rafael Cabrera, coordinador de las mismas, acorralado por un grupo de antitaurinos. «En ese momento, me dijo que bajara a avisar al guardia jurado y después ocurrió todo», mantiene De Miguel.

El minuto crítico había empezado antes. Al poco de comenzar la conferencia. «Se levantaron de pronto, eran unos diez o doce y comenzaron a increpar e insultar, me bajé en ese momento de la mesa para intentar conciliar la cosa y justo ahí una chica se tiró al suelo, haciendo teatro como si le hubiera hecho algo... Después me rodearon y recibí un fuerte golpe en el bajo vientre», apunta Rafael Cabrera el día después, con el cuerpo dolorido. «Nunca había pasado algo así en esta casa y celebramos alrededor de veinte conferencias al año», continúa.

Los antitaurinos/asaltadores huyeron de la Universidad una vez que llegó la colisión con Andrés de Miguel. Después vino la ambulancia y la rabia por la brutal provocación vivida.

Pero la historia no acaba ahí, por la simple razón de que no responde a una acción casual, sino orquestada. Apenas diez días atrás, esta vez en la Universidad Complutense de Madrid, hubo otro ataque. Era la presentación del Curso de Periodismo Taurino, que cumple su XIII edición, a cargo del cineasta Agustín Díaz Yanes. Un grupo de «antis» invasivos distorsionaron la celebración del acto, recurriendo a la provocación. Otro precedente se ha dado en la Universidad de Navarra.

Hay más. Hace años que los aficionados a los toros sufren la violencia verbal online y offline. Es fácil rastrear el nivel de insultos en el que se suelen desenvolver las participaciones en las redes sociales. Más todavía en ese cara a cara, que todos los responsables consienten, en el que los manifestantes antitaurinos lo hacen a la hora del festejo y en la misma plaza de toros. Cosa que en Francia, por coherencia de convivencia ciudadana, está prohibido. Una y otra vez, la provocación latente y a la espera de que algún taurino entre en ese endiablado juego para dar vida a esos tentáculos, estos sí que subvencionados, y expandir sus redes sobre el sistema tachando de «violentos y asesinos», insultos que forman parte del griterío habitual, a quienes llevan años tragando.

Hasta hoy el aficionado ha aguantado el envite, con baja incluida como la de Andrés de Miguel. Pero los antitaurinos han acelerado su plan estratégico. Es hora de devolver el orden. Ese orden al que nos compromete la libertad del otro. Es fácil acabar cayendo en esas redes, a sueldo, tan bien trabajadas.