Ferias taurinas
Lo que son las cosas del querer
Expósito vuelve a salir a hombros con una noble novillada de Santiago Domecq
Algemesí (Valencia), octava de la Feria de las Novilladas. Cuatro novillos de Santiago Domecq, justos de presencia y con poca fuerza pero nobles y manejables. El cuarto fue el de mejor son. Lleno en los tendidos
Martín Escudero, de turquesa y oro, pinchazo y media (silencio); pinchazo, estocada, aviso (oreja). Jorge Expósito, de azul noche y oro, entera (oreja); entera (dos orejas).
Jorge Expósito fue el gran triunfador de la última novillada picada de la feria, postulándose así como el máximo aspirante y principal candidato a la Naranja de Oro que distingue al más destacado del serial.
Tres orejas cosechó en su segunda intervención en este ciclo, si bien su actuación fue bastante irregular ante un lote de Santiago Domecq muy justo de presencia, de muy cómodas cabezas y poca fuerza, aunque noble y manejable.
No hubo entendimiento con su primero, que se fue arriba en el último tercio, componiendo un trasteo bastante desangelado, sin ligazón, con muletazos de uno en uno y sin acabar de someter ni dominar al novillo. Tampoco acertó a enganchar al cuarto, un astado repetidor, alegre y a más, que siempre sorprendió a un torero al que le ganó la acción y la mano. Fue esta una faena emotiva, por las ganas que puso el diestro, por el empeño que derrochó en gustar y agradar a sus paisanos, volcados totalmente con él, pero que no acabó de cuajar. Hubo cierto desajuste, dejando muy atrás la muleta, sin vaciar siempre las embestidas y echándose encima a su oponente. Eso sí, a los dos novillos los mató con eficacia y contundencia, especialmente al cuarto, al que tiró patas arribas de una gran estocada que hizo inútil la puntilla.
Martín Escudero, muy frío y distante casi toda la tarde, no se acopló con el que abrió plaza, puede que el de peor presentación de toda la semana, con muy romos pitones y sin apenas fuerza y que no mostró nunca intención de arrancar, sin que el novillero de Galapagar encontrase la fórmula para convencer ni al novillo ni a la gente.
Tuvo más cuajo y remate el tercero, al que licenció con un leve picotazo y al que muleteó de entrada muy encima, protestó el astado por tanta cercanía y agobio. Hubo, además, demasiada velocidad, demasiados enganchones, parecía que todo fuese a saltos, muy a trompicones. Cuando se serenó y acertó a concederle más distancia, más metros para acometer, hubo una mayor fluidez en sus muletazos y empaque en una faena muy larga que tuvo en su tramo final sus mejores momentos.
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