Cataluña

Los Diez Mil Hijos de Arles

Instantánea de la multitudinaria manifestación celebrada este sábado en los aledaños del Coliseo Romano de Arles
Instantánea de la multitudinaria manifestación celebrada este sábado en los aledaños del Coliseo Romano de Arleslarazon

España vinieron los Cien Mil Hijos de San Luis en 1823 para salvar el absurdo absolutismo de Fernando VII, este mismo «El Deseado» que puso freno a los ideales de la Revolución Francesa. Han pasado prácticamente dos siglos y de lo mejor de la República francesa, de los valores de la Ilustración, se encargan hoy los Diez Mil Hijos de Arles, que ayer se manifestaron en defensa de la Tauromaquia en el sur de Francia. ¡Qué diferencia entre ese puñado de ilustrados del siglo XXI con el atajo de desarrapados antitaurinos que se concentran suflonamente frente a los diversos cosos de la geografía española! Pero, como ocurrió en Cataluña, habrá que pensar porqué estamos así. Porqué tenemos que encontrarnos en la tesitura de reivindicar algo tan íntimamente tramado con la Cultura nacional, con el sentimiento de un pueblo y con nuestra manera autóctona e insobornable de entender la vida. Nada hay más bello que estar en La Malagueta con un montón de gentes instruídas, elegantes y cultivadas, que asisten al oficio de un mano a mano lleno de rivalidad entre dos figuras éticas y épicas como son Morante de la Puebla y Julián López «El Juli».

Al otro lado del cuadrilátero, en este virtual ring de los destinos taurinos, se encuentra el localista y vulgar mano a mano de Gerena que unos empresarios cutres de La Maestranza han programado cargándose el tradicional y esplendoroso Domingo de Resurrección hispalense. Entre muchos, le están haciendo la Pascua a la Fiesta. También en Málaga, al cepillarse el sorteo de los toros. Y, por supuesto, con la monotemática selección de toros encastados en Domecq. También con la aburrida cartelería, sin imaginación, con desprecio a las cuestiones económicas en crisis de muchas plazas de toros españolas. Mediocres empresarios, apoderados de baratillo, toreros que no conocen la personalidad... son algunas de las lacras que asolan a una Fiesta que no tiene quién la escriba. Ni los políticos que no ponen el broche a unas declaraciones institucionales como las de las autoridades francesas ni los actores de esta ópera abierta llamada toreo.