Sevilla
Media conquista
La tarde se levantó ventosa y acabó bajo una manta de agua. Los papelillos subían haciendo remolinos frente a la Puerta del Príncipe y las banderas flameaban en el tejadillo de La Maestranza en una tarde perfecta...para hacer kitesurf.
La tarde se levantó ventosa y acabó bajo una manta de agua. Los papelillos subían haciendo remolinos frente a la Puerta del Príncipe y las banderas flameaban en el tejadillo de La Maestranza en una tarde perfecta...para hacer kitesurf. Contra el viento en el tercero y la marea en el sexto luchó Roca Rey, que llegó a la Maestranza como llegó Pizarro a la conquista del Perú. Y a un suspiro se quedó de la conquista definitiva, una Puerta del Príncipe que aún se resiste. Roca Rey tiene la espina de Sevilla. En Gerena desembarcó siendo un niño de la mano de los Campuzano y Sevilla es su casa. Hubo triunfo pero no la gloria grande que ya ha vivido en Madrid y en otras plazas que también le han dejado fuertes heridas de guerra. Roca Rey abusa del toreo accesorio. Abundan más las caleserinas que la verónica. Y más las arrucinas que el natural –y el natural y la verónica es la madre de todo esto– pero tiene raza, tiene más valor que San Arcadio y puede mandar. Todo dependerá de si tras la etapa bulliciosa, que es en lo que está ahora, llega el toreo asentado y fundamental: cinco hasta la raja-culo y el de pecho. También El Juli tuvo dos etapas, y hasta Bob Dylan tuvo su transición cuando pasó de la guitarra acústica a la eléctrica. Su primero salió corriendo como la jaca de la Algaba camino de los chiqueros después de los primeros estatuarios y allí se fajó con un sobrero de Cortés badanudo, manso y largo como un tranvía. Manso fue también el sexto, que embestía con vibración. Arreció la lluvia y floreció la posibilidad de la primera Puerta del Príncipe de la feria, pese a los naturales atropellados quizá por ver tan cerca la conquista. La espada cerró la esperanza. Entre la mansedumbre del encierro de Victoriano del Río brilló como un sol el cuarto de la corrida que si no se demuestra lo contrario en las dos tardes que faltan será el toro de la feria. «Derramado», de Victoriano del Río, embistió con casta y con franqueza. Acertó la presidencia para que tuviera un arrastre con honores. Castella realizó una de sus mejores faenas en la Maestranza, quizá la mejor. Pero a los toros hay que matarlos. Perú triunfó (a medias). De Francia llegó lo mejor de la tarde.
✕
Accede a tu cuenta para comentar