Feria de San Isidro

Metidos en el túnel del tiempo

Cumbre de la cuadrilla de Castaño con dos lidias totales a los «Cuadri»

La cuadrilla de Javier Castaño da la vuelta al ruedo tras su magnífica actuación en el quinto
La cuadrilla de Javier Castaño da la vuelta al ruedo tras su magnífica actuación en el quintolarazon

Las Ventas (Madrid). Vigésimo tercera de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de Cuadri, bien presentados, hondos, con cuajo y con mucha romana; de juego desigual aunque, en conjunto, venidos muy a menos en la muleta. Lleno en los tendidos.

Fernando Robleño, de rosa y oro, estocada baja (silencio); buena estocada (silencio).

Javier Castaño, de lila y oro, pinchazo, casi media, dos descabellos (saludos); media atravesada, aviso, tres descabellos (saludos).

Luis Bolívar, de carmín y oro, cuatro pinchazos, estocada casi entera (silencio); estocada desprendida (silencio).

Tan fundamental en el toreo es la emoción como la sorpresa. Ayer la cuadrilla de Javier Castaño, al que se debe agradecer su esmero por desempolvarlo, nos rescató ambas de un plumazo. Ese impacto de atrapar al aficionado, de conquistarlo y de embriagarlo a puras sensaciones. A flor de piel. Desde 2001, con el bravo picador colombiano Anderson Murillo a las órdenes de Esplá, no daba la vuelta al ruedo un subalterno en Madrid. Cuatro de una tacada ayer en la última de San Isidro. Salió «Pilarico», hondo, cuajado y por encima de la media tonelada como casi todo el lote de Cuadri. Primero, llegó la lección a caballo de Tito Sandoval. ¡Qué manera de mover el caballo! Elegante y vistoso hasta que el recelo del astado se vació en el peto. De manual. Dos puyazos extraordinarios. Sobresaliente la brega de Marco Galán toda la tarde, ni un capotazo de más. David Adalid y Fernando Sánchez tomaron los palos y nos regalaron un tercio de antología. Descomunal el primero de Adalid, llamando al animal y sacando los garapullos de abajo a arriba para clavar en la cara. La torería de Fernando Sánchez, andando hasta casi el embroque para salir despacio de la suerte, caló aún más en el tendido, ya rendido para entonces. Marró Adalid, sólo un palitroque en el tercero, y pidió permiso para otro más. Concedido. Lo embrujó con su voz y se lo dejó llegar cerca para clavar en todo lo alto. Madrid, desencadenada. Patas arriba. Una bendita locura que comenzó a murmurar pidiendo la vuelta al ruedo para los tres subalternos a los que se unió, presto, Sandoval. Puro éxtasis que no pudo redondear Castaño, que recibió un fuerte pitonazo en el rostro mediada la faena, con la franela. Valentísimo, dibujó buenos naturales ante una res descompuesta, pero la espada cayó defectuosa.

Por la misma vereda había discurrido la lidia al segundo, que metió bien los riñones en los dos puyazos. Mayúsculo Galán, ayudando y enseñando a embestir al de Cuadri, y económico en capotazos. Mientras, Adalid y Sánchez, a lo suyo. Tres pares muy meritorios, de cartel de toros, con un adversario que se lo pensó antes de la arrancada. Madrid entero en pie, otra vez, ovacionando a los rehileteros. No fue toro fácil para la muleta, aunque sí permitió dos series en redondo con brillo. Ligadas y tirando Castaño del animal. Cuatro derechazos muy macizos. Profundos. Poco a poco, fue perdiendo fuelle y al diestro no le dolieron prendas a la hora de arrimarse. Terrenos muy comprometidos, completamente metido entre las astas para arañarle los pases. Titánico esfuerzo que supo valorar el respetable. Posible oreja en el aire que se esfumó con la espada. Tras no arrancarse en la suerte de recibir, pinchó y dejó casi media que, tras dos descabellos, pasaportó al animal. Muy dolido, por cierto, el salmantino de la mano derecha, reciente aún el pitonazo del jueves.

Fernando Robleño rompió plaza con un animal mastodóntico, en tipo, aunque no muy ofensivo por delante. Con feas hechuras y 628 kilos. Más que «Jabato», jabalí y medio. Faena que no terminó de romper por la sosería del burel. Manejable por el derecho, le costaba por el pitón zurdo. Oficio y seguridad de Robleño con un astado de embestida boyante al que le terminó costando mucho desplazarse. En las postrimerías de su labor vino el susto. El de Cuadri arrolló al torero dispuesto a rematar con el de pecho. Le resbaló el pitón por la espalda. Cara a cara con el diestro en el suelo frente al animal. Tratando de recular ante la arrancada del burel, que lo pisoteó y buscó con saña. Angustiosos segundos entre las patas. Por fortuna, no hizo carne.

Rara avis fue el cuarto. Pelaje castaño muy inusual en este encaste para un burel que, lastimado, no pasó de chiqueros en 2012 y regresó a la dehesa. Este «Brigada» derribó en el primer puyazo, empujando, pero luego desarrolló la casta mala. Muy orientado y con genio, Robleño se justificó dignamente antes de despacharlo de una gran estocada.

La única comparecencia de Luis Bolívar en este San Isidro comenzó con el toro de menos peso (529) del encierro. Blandeó en los primeros compases y se le protestó, pero el animal resistió sin llegar a claudicar. No obstante, quizás por esa falta de fondo, se vino espectacularmente abajo en la muleta. Un marmolillo sin un pase que apenas tenía media arrancada. Bolívar no titubeó y enseguida fue por la espada. Tampoco conectó su labor al sexto, sin transmisión y a menos, al que sólo robó una estimable tanda de derechazos.

Daba igual. Madrid, metida en el túnel del tiempo por la cuadrilla de Javier Castaño, se fue toreando, soñando, calle Alcalá arriba.