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Miguel Abellán: «Madrid se entregó a mi verdad y yo desprecié mi vida por esa afición»

El madrileño, ya en planta como Ureña, podría «recibir el alta el lunes»

Miguel Abellán, ayer, en el Hospital Virgen del Mar tras abandonar la UCI
Miguel Abellán, ayer, en el Hospital Virgen del Mar tras abandonar la UCIlarazon

Un «binomio perfecto». Madrid y Miguel Abellán volvieron a ser el viernes esa conjunción sin fisuras que tantas tardes y páginas de gloria ha dejado en Las Ventas por San Isidro. El bravo torero de Usera cortó una oreja de ley a su segundo, tras salir herido de la enfermería, para poner la guinda a una actuación llena de entrega y garra. Madrid, una vez más, supo reconocer el arrojo de un torero. Posiblemente, de uno de sus predilectos. Un vínculo especial forjado a sangre y triunfos en tardes como la de El Montecillo. «Desde que me abrí de capote para irme aportagayola, Madrid se entregó a mi verdad y yo desprecié mi vida por esa afición, por mis ganas de ser figura del toreo y demostrarlo en ''mi'' plaza», explica convaleciente a LA RAZÓN Miguel Abellán.

«Fue una tarde épica, para tíos, para gente que quiere vivir de esta profesión, que quedó ayer dignificada por tres matadores; en lo personal, me emocioné como torero, fue de las más importantes de mi vida en esta plaza, y he tenido la suerte de vivir unas cuantas destacadas, pero la del viernes estoy convencido de que va a marcar un punto de inflexión en mi carrera». Recuerdos emotivos, sinceros, del torero del sempiterno vestido blanco y plata desde la habitación 308 del Hospital Virgen del Mar. Allí, descansa ya en una habitación de planta tras abandonar después del mediodía la UCI en la que ingresó de urgencia de madrugada la noche anterior.

«Ni los médicos, ni mi padre, ni mi apoderado... Nadie quería que saliera a matar al segundo, me pusieron oxígeno y estaba muy mareado, con náuseas y dolorido, sabía que era un torazo altísimo de más de 600 kilos y que iba a estar difícil, pero en la Escuela de Madrid, desde pequeño, me enseñaron que mientras queda un halo de aliento hay que salir y no dejar toros a los compañeros, además en la enfermería vi por el monitor la cornada de Paco Ureña, así que había que hacer el esfuerzo», recuerda Abellán que, «ya en el hotel seguía aturdido y muy dolorido».

«Optamos por acercarnos al hospital por precaución y pasar allí la noche, como recomendó el doctor García Padrós, al que le estoy eternamente agradecido, porque por desgracia, en mi carrera, ya ha tenido que atenderme unas cuantas veces». Allí, llegó el susto al comprobar que orinaba sangre. Apenas 15 días desde el cólico nefrítico. «Nos alarmamos un poco, porque tengo que llevar un catéter en el riñón durante un mes y el golpe del toro en esa zona fue durísimo, como chocar con un autobús a cien por hora», compara.

«Pasé prácticamente toda la noche haciendo pruebas, todas han salido bien y me pasaron a planta, si todo va bien, es posible que el lunes me manden para casa». «Me perdí la de Jandilla por la operación y era mi única oportunidad de reencontrarme con Madrid, de demostrar que sigo aquí, no oculto que me dolieron muchas cosas que leí desde la cama del hospital, pero nunca me he arrimado más por el que dirán, mi entrega como siempre fue absoluta».

En la habitación de al lado, Paco Ureña. Abandonó la UCI minutos después. 25 centímetros de cornada que contusionaron un nervio ciático que «retrasará la recuperación». De hecho, aún no puede ponerse en pie, aunque permanece «estable y controlado».