Sevilla
Miura, el regreso de la leyenda
Ausentes en Madrid desde 2005, serán lidiados esta tarde por Rafaelillo, Javier Castaño y Serafín Marín
A caballo entre Sevilla y Córdoba, coqueteando entre ambas provincias bajo ese abrasador vigía andaluz que rebasa los 30 grados con la misma facilidad que se divisa un toro bravo por sus secos e interminables campos, serpentea la carretera que va de Lora del Río a La Campana. Tierra de toros. A mitad de trayecto, una salida en el arcén. Un poste de piedra blanco y rojo ya algo descolorido nos pone sobre la pista de la leyenda: Zahariche. Enseguida la mirada se eleva hacia arriba. Apenas un par de metros. Pórtico vallado sobre el que penden dos calaveras de ganado, con sus pavorosas astas, escoltando cinco letras cinco. Miura. Se abre la vereda y nada más superar el umbral del mito ganadero, aún pegada a la carretera, nos recibe la corrida reseñada para mañana en Nimes con El Juli en cartel. Un poco más adelante, la plaza de tientas y el corredero para caballos. Al llegar al cortijo, en el patio andaluz, aguardan los dos hermanos. Eduardo y Antonio. Antonio y Eduardo. En la entrada al despacho, media docena de cencerros pende del techo. «Son los que usaba mi bisabuelo para los mansos, son del siglo pasado», explica Eduardo Miura antes siquiera de ver acuñados los años en el metal. Fundada en 1842, Miura ha forjado una leyenda que esta tarde escribe una nueva página en Madrid, donde lidió su primera corrida en 1947.
Sus toros pisarán Las Ventas nueve años después. «Es una corrida muy del gusto de Madrid, tiene cuajo y mucho trapío, pensamos que va a gustar al aficionado, la hemos elegido con mimo, porque es nuestra vuelta después de varios años sin ir. Escogimos seis toros, tres cárdenos, dos negros y un salinero, salvo uno son todos cinqueños y están en las hechuras de la casa», desvela Antonio ya sentados en una habitación que por las cabezas disecadas, fotografías y recortes de prensa que cuelgan de sus paredes es historia viva de la Tauromaquia.
«Madrid es ilusión y preocupación a la vez, quizás hasta vaya la segunda por delante, en el momento que te ves anunciado, es una gran satisfacción, pero luego los días siguientes empiezan esos miedos que no paran de crecer», añade Eduardo, consciente de que «es el cierre de feria» y no quieren «dejar mal sabor de boca». «Después de casi una década, sabemos que en Madrid nos están esperando bastante y eso te quita el sueño», reconoce encantado del trato «de fábula» que siempre dispensó el exigente público madrileño «incluso cuando las cosas no han rodado bien, como esa última tarde, que fue en desmadre con el diluvio y todo tan cuesta arriba, también respetaron mucho». «Las veces que nos han protestado tenían un motivo», corrobora Antonio.
«Indudablemente, la temporada que echamos en el 2013 ha tenido repercusión, era un aliciente más para que se produjera el regreso de Miura a Madrid, además este invierno teníamos toros para poder anunciarnos, porque en estos años de ausencia nos han llamado alguna vez, pero en el campo no había toros para Madrid, otros años sí teníamos reses de sobra, pero no nos llamaron... Este año por fin coincidimos las dos partes», cantan al alimón los dos hermanos. «Al año solemos lidiar siete u ocho corridas, si apartas dos para Sevilla y Pamplona, que son fijas, no quedan tantos toros de saca que sirvan para Madrid, sobre todo, teniendo en cuenta cómo ha subido el trapío de los toros en todas las plazas», analizan cuestionando que «el listón de la presentación se ha elevado una barbaridad». «En los últimos años, toros que por uno u otro motivo no se lidiaron en Sevilla, en julio, saltaron en San Fermín y antes era impensable, por el tipo de toro de ambas plazas», comenta Eduardo.
Este año ya lidiaron en Arles y Sevilla. Ambas, el Domingo de Resurrección y sin suerte: «No llegamos con más presión por eso, por supuesto no nos gustaron, pero eso no afecta en nada a San Isidro». «El año pasado salió mala la corrida de Fallas y luego la de Sevilla, un mes después, enamoró; el encierro de esta tarde es cinqueño y en Sevilla los dos últimos años hemos echado cuatreños, así que lo de hoy es la misma camada que ''Datilero"y sus hermanos de 2013», aclara confiado Antonio.
En este sentido, prosigue Antonio Miura, «se habla de una recuperación en nuestro hierro, pero no creo que haya un cambio tan radical con respecto a los anteriores». «Sólo ha variado la fortuna y hemos tenido la suerte de que esos toros que, en otras temporadas nos embestían y salían buenos en otros sitios, estos dos años han saltado en sitios clave, que tienen mucha más repercusión como Sevilla, Pamplona o Nimes», enumera Eduardo. «Siempre hemos estado tranquilos, porque el trabajo estaba hecho, lo que nos preocuparía es que de los 48-54 astados que solemos lidiar, al final del año, cuando hacemos el balance, no saliera un porcentaje adecuado de toros con bravura y ningún otoño ha pasado», remata Antonio.
Medio centenar de toros por año en tiempos de crisis que, sin embargo, no han hecho mella en Zahariche, porque la, para muchos, obligatoria reducción de cabezas de ganado se hizo «a su debido tiempo». Las mil vacas de su bisabuelo quedaron reducidas a 500 por su abuelo, mientras que Don Eduardo Miura, su padre, dejó la cifra en las 250 actuales. Pese a ello, sólo ocho corridas suben al camión por año: «Nuestra camada es corta y encima tenemos que guardar varios toros de sobra en cada cercado, porque tenemos muchas bajas, es una ganadería en la que los toros se pegan mucho y no podemos tener en cada apartado seis o siete toros, porque el día de la corrida en los corrales de la plaza, de esa media docena, igual sólo tienes dos o tres aptos».
A la hora de seleccionar, en Miura, se busca «un toro que se mueva, que humille y repita en las telas, pero sin salirnos de la filosofía de esta casa, porque ese perfil es el que ha hecho de este hierro una leyenda». «Queremos que nuestros animales tengan esa personalidad, que desde que salga por chiqueros, se paren con esa mirada desafiante al tendido tan característica y el público diga sin tener que mirar la tablilla: "Es un toro de Miura"», describe con orgullo Antonio, menor de los dos hermanos. Quizás fruto de esa personalidad única, los tentaderos en Zahariche «son una faena de campo más, aquí no se montan fiestas cada vez que hay uno, cuando se termina, se pasa a la siguiente labor, sin más». «Las vacas para ser aprobadas tienen que aprobar el Bachillerato entero: primero, segundo y tercero. ¿De qué me sirve un animal que empuja en varas si luego no embiste? ¿Para qué quiero una máquina de embestir 50 muletazos, como muchos toros que se alaban hoy porque es lo que le queda grabado al aficionado, si ni se ha empleado en el caballo y banderillas? Tiene que haber un equilibrio», advierte Eduardo.
De sangre Cabrera, Miura se ha convertido ya en un eslabón único e irremplazable: «una raza propia». «No hemos refrescado la ganadería con ningún otro toro que no sea de esta casa, lo que obliga a tener la ganadería muy al día, a rotar muchísimo los sementales, aunque aparezcan más errores en la selección, porque si te cebas varios años con el mismo, al final tienes toda la ganadería llena de vacas del mismo toro, te has cerrado tú sólo el abanico de familias y pueden aparecer las consanguineidades», señala Antonio, sabedor de los riesgos.
Conscientes del inigualable patrimonio que tienen en sus fincas, los hermanos Miura no recelan del peligro latente por la extinción de encastes ni del monopolio actual de Domecq, los hermanos Miura consideran que «no son más que rachas y modas de las distintas épocas». «Hace cien años, Saltillo era el que mandaba en todas las ferias, incluso se importó a América, como se puede comprobar en casi todas las ganaderías actuales de allí, porque era lo que reclamaban las figuras. Hace 50 años, todos los ganaderos nuevos que llegaban compraban a Atanasio. Luego, en la época de El Cordobés, la gente se quejaba de los toros de Núñez como ahora de lo de Domecq y en Sevilla no era raro ver ocho o nueve corridas de feria con ese encaste... Son etapas de la Tauromaquia, no hay que darle mayor importancia», analiza Eduardo, centrado en las señas de identidad que siempre imperaron en Zahariche. Así se forjó el mito. Familia campera como pocas. De generación en generación. Ya van por la quinta. Y las que quedan. En Miura, el toro es rey.
✕
Accede a tu cuenta para comentar