Pamplona
Pánico matinal, sosería vespertina
Sólo un astado de la ganadería de El Pilar alegró la tarde en la que cortaron una oreja El Juli y Jiménez Fortes
Pamplona. Octava de la Feria de San Fermín. Se lidiaron toros de El Pilar y Moisés Fraile (2º y 6º), bien presentados. El 1º, sin entrega, complicado y a media altura; el 2º, deslucido y descastado; el 3º, noble ejemplar, que humilla y repite; el 4º, justo de raza y a media altura; el 5º, irregular y complicado; el 6º, deslucido y descastado. Lleno de «No hay billetes».
Juan José Padilla, de catafalco y oro, media estocada, descabello (silencio); estocada, dos descabellos, aviso (saludos).
El Juli, de azul marino y oro, estocada corta (oreja); pinchazo, media estocada, tres descabellos (silencio).
Jiménez Fortes, de caña y oro, media estocada (oreja); media estocada tendida, aviso, dos descabellos (silencio).
Padilla había metido a ocho mil personas en la plaza el día anterior en un tentadero público que se hizo por la mañana. No importó la solanera y si alguien se lo pasó bien fueron los niños viendo al pirata Padilla. Todo un símbolo ya en el toreo y en la vida, que son caminos que se pisan para alimentarse. Ayer las peñas le seguían cantando aquello de «illa, illa, illa, Padilla maravilla». Hay toreros que en Pamplona pasan por ser religión y el gaditano es uno de ellos. Un jerezano que se ha ganado el corazón navarro. La corrida de El Pilar, con dos toros de Moisés Fraile, sembró miedo a raudales por la mañana en un encierro larguísimo y sangriento. Dos toros, quinto y sexto, se habían llevado el mérito o demérito, depende de quién cuente la historia, de herir a dos corredores y hacerlo con saña. Se esperaba a la corrida pero salimos defraudados. El resultado de la tarde podría haber sido otro de hundir las espadas con más eficacia. Bien los sabe «illa, illa, illa, Padilla maravilla» y sobre todo su puntillero. Un fallo le condenó del todo a la nada. No hubo faena grande. No era posible con un toro que acudía a media altura, sin entrega y justo de fuerza, de raza... De todo un poco. Padilla tiró de repertorio, de recursos y se metió a la plaza en el bote cuando entró a matar al toro en el mismo centro del ruedo. Pero no pudo ser. Tampoco con ese primero, en la misma línea pero más complicadete.
El Juli sacó a relucir buen pulso e intentó obtener agua de un pozo seco. Descastado ejemplar le tocó en suerte. El quinto le hizo pasar más apuros, porque no era claro el toro, irregular en el viaje, se quería quedar a mitad de la arrancada. Trabajaba Julián aquello, se quedaba allí para tirar de él, para obligarle a ir más allá. Se notaba el esfuerzo detrás de la faena, lástima que el descabello enturbiara el final, porque del primer toro tenía cortado un trofeo.
A Jiménez Fortes le tocó el mejor toro, el que hizo las cosas por abajo. Tenía un ritmo peculiar y requería acoplarse a él. No dejaba tiempo entre muletazo y muletazo. Una vez que comenzaba unía un pase a otro, humillado y entregado... Era una virtud en cuanto Jiménez Fortes le encontró el ritmo al astado de El Pilar y se fue entendiendo. Llegaron entonces buenas tandas diestras y cuando quiso coger la zurda tuvo que aguantar alguna paradita. Anda sobrado de valor para no inmutarse. Antes de dar carpetazo a la faena cumplió con el patrón pamplonés y de rodillas cuajó una serie de derechazos con arrimón incluido. Hundió media espada, cuando muy cerquita del toro iba a sacarle el acero con la mano, el toro le pegó un arreón y él mismo pidió la muerte. Paseó un trofeo. Sólido, como es su toreo, como ha demostrado que son sus decisiones fuera del ruedo. Las más difíciles de tomar. Ahí también ha marcado la diferencia.
«Langostero», el toro que se cebó en el encierro con un chaval y le pegó tres cornadas saltó al ruedo en sexto lugar. Ni una vez humilló. Ni por error. No había manera. Tampoco tuvo maldad el de Moisés Fraile, pero el toreo distaba mucho de lo que ofrecía el toro. Por las mismas ingles se lo pasó una y otra vez. Por las ingles, qué valor. Dentro y fuera. Queda dicho. Respeto doble.
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