Toros
Perera, a las puertas del cielo con una corrida que tuvo la gloria
El extremeño corta una oreja con petición de la segunda de una brava y emocionante corrida de Santi Domecq.
El extremeño corta una oreja con petición de la segunda de una brava y emocionante corrida de Santi Domecq.
A tumba abierta se puso Perera en el centro del ruedo. A tumba abierta esperó lo indecible. Lo insufrible. Terribles los momentos. En esta ocasión el típico pase cambiado por la espalda de Miguel Ángel se había mutado en un pase cambiado por la espalda de rodillas, que así desde el tendido y con el toro frenado a cuatro o cinco metros se antojaba un suicidio. No le dio uno sino dos... Y una dosis extra de lexatines al público. El valor lo tiene de acero. Claramente. Temple y poder sumó después con ese segundo de la tarde, que tenía buena condición, humillación y nobleza. Pero es que Perera se lo hizo todo perfecto. Medido, plenitud en los tiempos, en la largura del muletazo, enroscado en la embestida del de Santiago Domecq. Avanzó la faena con una claridad de ideas brutal y el corazón a mil. De tal manera que no solo no tuvo ni un muletazo en balde, sino que se permitió crujir al toro con un par de tandas de naturales soberbias. Gozadas, sentidas y almacenadas en la memoria. Temple exquisito y sin esquema predefinido. En pie Sevilla. Y la estocada. Era de doble premio. Y el presidente lo negó. Y no sólo eso. Para más desastre de mal aficionado en el palco premió al toro con la vuelta, que fue un cómplice estupendo, pero para una ovación maravillosa y doble premio al torero que le permitiera mirar de frente a una Puerta del Príncipe ganada con la profundidad de su toreo. Estaba todo para una remontada con el quinto, con una lidia exquisita de Curro Javier, pero la casta resultó ficticia y poco tardó en no querer viajar, en revolverse y hasta en rajarse antes de que la cosa alzara el vuelo. Ya no pudo ser.
Paco Ureña sufre una voltereta durante la faena de muleta
Apretó en banderillas el tercero y en la muleta de Paco Ureña después. Ya le había avisado por el izquierdo y se lo llevó por delante. No volvió la cara nunca jamás. Y se tiró a matar con una entrega y una verdad tremendas. Movilidad, pero con más dificultades tuvo el sexto. Esos matices trató Ureña de igualarlos y solventarlos apostando en su puesta en escena sin fisuras.
El Cid ha emprendido el camino de la cuenta atrás de la retirada. Ayer hizo su penúltimo paseíllo. Y un toro de Santiago Domecq le dio los últimos alientos para recrearse. Era el animal noble y repetidor, viajaba largo, con la raza justa, pero sin molestar. Lo supo Manuel Jesús que todo lo quiso hacer y casi todo lo hizo en el centro del ruedo. Acompañó la embestida del toro con más intención que resultado. Le costaba aquello. Encastado y bravo fue el cuarto. Lo supo, pero claro cuando se puso aquello pesó una barbaridad y nunca más se supo.
Perera estuvo a las puertas, pero lo cierto es que como el día anterior, hubo toros para la gloria. No se puede mirar al infierno.
La Maestranza (Sevilla). Undécima de abono. Se lidiaron toros de Santiago Domecq, bien presentados. 1º, de buena condición; 2º, bueno y premiado con una vuelta al ruedo; 3º, de corta arrancada, complicado; 4º, bravo y encastado; 5º, encastado, complicado y rajado; 6º, movilidad, humilla, aunque con menos final. Tres cuartos de entrada.
El Cid, de lila y oro, pinchazos, estocada trasera (saludos); estocada (silencio).
Miguel Ángel Perera, de carmín y oro, estocada desprendida (oreja con petición de la segunda); estocada (saludos).
Paco Ureña, de carmín y oro, buena estocada (saludos); pinchazo, estocada corta (silencio).
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