Ferias taurinas

Perera y la esencia «Ojedista»

Puerta Grande para el pacense, oreja en ambos, tras cuajar al único toro, de Sampedro, de buena condición en una corrida sin raza de Miranda y Moreno

Miguel Ángel Perera sale por la puerta grande. Foto Ismael Del Prado
Miguel Ángel Perera sale por la puerta grande. Foto Ismael Del Pradolarazon

Puerta Grande para el pacense, oreja en ambos, tras cuajar al único toro, de Sampedro, de buena condición en una corrida sin raza de Miranda y Moreno

Ficha:

Santander. Cuarta de la Feria de Santiago. Toros de Miranda y Moreno y dos de Fernando Sampedro (1º y 3º), desiguales de presentación. El 1º, buen toro, noble y con clase, lo quiso todo por abajo; el 2º, con bondad, pero le faltó empuje y raza; el 3º, tardo y a menos, duró dos tandas; el 4º, con genio, soltó mucho la cara y se violentó siempre al puntear los engaños; el 5º, mansurrón, de poca transmisión y a menos, como el 6º, al que le faltó raza y duración. Lleno aparente.

Miguel Ángel Perera, de canela y oro; estocada algo trasera (oreja); estocada caída (oreja).

Cayetano, de tabaco y oro, dos pinchazos, estocada caída, aviso (silencio); estocada desprendida, aviso (saludos).

Álvaro Lorenzo, de tabaco y oro, tres pinchazos, aviso, estocada caída (silencio); pinchazo, estocada trasera y perpendicular (saludos).

Sólo un “Mosquetero-III” que echarnos a la boca. Parco botín. Más viniendo del opíparo festín de La Quinta del día anterior. El remiendo de Fernando Sampedro que rompió plaza fue la única tajada de bravura a la que hincar el diente esta tarde en Santander. Lo cuajó de principio a fin Miguel Ángel Perera en la cuarta de la Feria de Santiago y se convirtió en el primer nombre de a pie que abre la Puerta Grande en el abono de este 2018. Tuvo las hechuras perfectas el de Sampedro. Un taco. Bajo y corto de manos, aunque algo montado, acapachado y de agradable presencia por delante. Salió a su aire y volviéndose al revés en el saludo capotero de Perera que, le pegó un quite por gaoneras largo y angosto, que prologó con una saltillera. Igual de ceñidos fueron los dos cambiados por la espalda con los que inició el trasteo en la boca de riego. Los muletazos posteriores, en una baldosa. Cosidas a la cobriza arena las zapatillas. Siguió toda la faena en redondo, con el toreo en redondo como hilo argumental. Derechazos de mano baja. Esa muleta poderosa de Perera, que somete como si fuera un látigo las embestidas de los toros. Y la de ‘Mosquetero-III’ era franca. Todo lo quiso por abajo siempre. Algo rebrincado en ese impás inicial, más atemperado y dulce a medida que perdió ese ímpetu. El tramo final, marca de la casa, con el sello ‘Ojedista’ por bandera. Sin menear un milímetro los pies. Circulares invertidos y muletazos por aquí y por allá formándole un lío al toro, que tuvo fondo. Hundió el acero hasta la yema, pero algo trasero, y paseó su primera oreja.

Otra más para atar la salida a hombros atrapó con un cuarto que pecó de los mismos defectos que el resto de la desigualmente presentada corrida de Miranda y Moreno más los dos remiendos de Sampedro (1º y 3º). Este cuarto, por ejemplo, lució cuajo y trapío. Ensillado, serio, astifino desde la mazorca, enseñaba las palas. Propició un tercio de varas espectacular empujando con riñones, de bravo, aunque sobre un solo pitón, y levantó de manera espectacular al caballo de Francisco Doblado, que presentó solidísima candidatura para llevarse el puyazo de la feria. Tiró de las riendas y mantuvo sobre los cuartos traseros al equino girando una y otra vez ante las acometidas del burel. Indemnes sin ser derribados, caballo y jinete. Ovacionados con fuerza ambos y el toro. Fue el oasis de casta en el Sahara de un astado que desarrolló esa raza para mal: con genio. Embestidas a la defensiva y soltando la cara con un molesto “tornillazo” que obligó a Perera a exponer para arrancarle el trofeo. Así, se incrustó casi de inicio entre los pitones y a base de valor, pues juguetearon los pitones varias veces con el bordado de la taleguilla, logró la empatía del público. La espada cayó abajo, pero fue efectiva, y la gente pidió con éxito el trofeo.

No logró el público el beneplácito del palco en el quinto. Un colorado muy en ‘lo’ de Las Ramblas, origen de esta vacada de Miranda y Moreno, alto de agujas, algo ‘tocadito’ de pitones y bastote, feo de hechuras que salió enterándose. Manseó durante su lidia y, cuando perdido el resuello, paró por fin quieto al quedarse a solas con Cayetano adoleció de raza y transmisión. El dinástico, irreprochable, le buscó las vueltas y logró pegarle más de una decena de muletazos de bello dibujo, sobre todo, una serie al natural echando los vuelos y enganchando. Pero siempre fue de uno en uno, porque el toro, tan aplomado, no permitía ligar. La estocada desprendida requirió del descabello y eso no ayudó a animar al presidente a asomar el pañuelo blanco pese a la petición mayoritaria.

Con el segundo, el que más abría la cara del encierro, también bastito, igualmente dejó pinceladas de buen toreo como el prólogo añejo por doblones rodilla en tierra. Soberbio, por cierto, el tercer par de Iván García a este toro, que humilló y pasaba con bondad, pero al que, lo mismo, le faltó empuje. Por encima Cayetano, que pinchó dos veces y la opción de trofeo se volatilizó.

El lote de menos opciones fue para Álvaro Lorenzo, que saludó una fuerte ovación en el sexto. Dos tandas le duró cada uno de sus adversarios. Dejó destellos de su innegable temple en ambas faenas, pero, sobre todo, un par de series de derechazos de mano baja a cada uno de sus toros. Macizas y profundas. Bien ligadas. Lástima que ambos rivales se disolvieran después como sendos ‘azucarillos’ y el toledano no pudiera repetir el importante triunfo en este mismo escenario de Cuatro Caminos de hace justo un año.