Ferias taurinas
Perera y «Tarifeño», duelo de poderosos
Oreja de un gran toro de La Palmosilla y valor a raudales de Ginés Marín con un lote a menos en la séptima de Zaragoza.
Oreja de un gran toro de La Palmosilla y valor a raudales de Ginés Marín con un lote a menos en la séptima de Zaragoza.
Séptima de la Feria del Pilar. Se lidiaron toros de Daniel Ruiz y La Palmosilla (1º y 2º bis), muy desiguales de presentación, algunos impropios de una plaza de primera. El 1º, buen toro, encastado, humilló por abajo, con clase por ambos pitones, mejor por el derecho; el 2º, manso, se rajó enseguida; el 3º, manejable, se vino muy a menos; el 4º, manso de libro, de incierta arrancada, siempre buscó la huida; el 5º, corto, descastado y sin tranmisión; y el 6º, con movilidad, pero se apagó muy pronto. Tres cuartos de entrada.
Miguel Ángel Perera, de verde hoja y oro, estocada trasera (oreja); pinchazo, estocada caída (silencio).
José Garrido, de grosella y oro, dos pinchazos, estocada trasera (saludos); dos pinchazos, estocada casi entera baja (silencio).
Ginés Marín, de nazareno y oro, buena estocada (saludos); estocada (saludos).
'Tarifeño' puso motivos a la tarde. Y Perera nos los suministró. Resolvieron la ecuación en Zaragoza. Toro con poder, torero poderoso. Entendimiento perfecto. Gran toro, el remiendo de La Palmosilla -que ganó por goleada a su hermano sobrero y los cinco del hierro titular de Daniel Ruiz-. De acucharada cuerna, precioso el burraco. Bien hecho. Una lámina. Se desmonteró Javier Ambel, con los rehiletes. Luego, en el tercio final, tuvo mucha calidad el burel, ideal para el mando y el poder que suele inyectar Perera a sus faenas. Lo quería todo por abajo. Lástima de la lesión en la mano izquierda, porque era de cante grande. Aún así, su casta permitió que el extremeño, que había comenzado con dos cambiados por la espalda, pudiera lucirse por ambos pitones. Más rotundo y encajado por el derecho, toreó con profundidad, muy asentadas las zapatillas. Dos tandas muy despacio, templando una embestida de dulce. Por el izquierdo, el toro tendió a soltar un poco la cara, abrirse algo más y hubo un par de amagos de rajarse, pero se la dejó muy puesta y logró engancharlo con mucha cadencia en una tanda al natural. Lo mató de estocada entera algo trasera. Oreja a su toreo de mano baja.
'Lechón' fue el cuarto y estuvo en las Antípodas. El colorado, manso hasta la saciedad, fue una alhaja. Muy reservón de salida, no pasaba nunca y siempre se giró al revés. En la pañosa, empeoró. Se lo había dejado crudito Perera y, con su condición, espoleó sus huidas. Rehuyó toda pelea. Imposible ligarle tres muletazos seguidos. La faena no existió. Alfa y Omega de una tacada.
Como le sucedió al primero, el segundo también se lastimó la mano zurda y saltó un feo sobrero de La Palmosilla, ensillado y bastito, que manseó mucho en los primeros tercios. Abanto, suelto y sin fijeza. Corroboró esas impresiones en la pañosa de un José Garrido que le buscó las vueltas, pero no encontró más que una fea voltereta. Enroscó el pitón al muslo del pacense, cuando toreaba al natural, y lo levantó del suelo. Por fortuna, el filo del asta no halló carne. Ya en el suelo, le lanzó otro feo derrote a la altura del abdomen, que lo dejó sin aire. Violenta costalada. Aturdido por unos instantes. Volvió a la cara del toro y, enfibrado, trató de sujetarlo, pero no hubo manera. El astado siguió en pos de la querencia, cada vez más aburrido. Manoletinas finales y ovación desde el tercio. Recibió al quinto con una vistosa larga de pie. Poco más extrajo, pues se le quedó corto ya de salida. Agarrado al piso y sin transmisión, resignación de Garrido.
Una ceñida arrucina de rodillas en los mismos medios. Fue el volcánico arranque de faena de Ginés Marín al tercero. Inventada. Sacada de la chistera. Sin espacio. Sacó la muleta por la espalda en la última décima de segundo. Como una centella había ido el de Daniel Ruiz. Contuvimos el aliento. Duro trance. Lo salvó de una pieza y le pegó un puñado de naturales de rodillas muy templados. Nos relamimos, pero hasta ahí llegó el almíbar. Una serie más, si acaso, también con la zurda. Luego, el animal tendió a defenderse, cada vez le costó más embestir. Afligido, tal vez lesionado también de las manos. Ginés puso empeño y una gran estocada como rúbrica. Volvió a usar la tizona con presteza en el sexto, toro bajo y de poca presencia, que pecó de lo mismo. Duró un suspiro. Tanda y media. Lo suficiente para ver siete, ocho, naturales a cámara lenta del joven torero. De trazo soñado. Templado, Ginés. Lástima de dos inoportunos desarmes. El primero de ellos, cambió la condición del toro y ya nada fue lo mismo. ¡A qué poco nos supo! Paladeamos, pero no saboreamos. Faltó algún 'Tarifeño' más...
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