Toros
Sabina pinta un ferión
Viajó a Nimes por José Tomás. El gran Sabina. El de la voz ronca. El verbo depurado, denso, roto, como el torero en la soledad del bullicio instantes antes del paseíllo. Hasta México se fue. Y volvió. Va y viene por el señuelo que deja la tauromaquia. La magia. Sabina. Y pintó. El cartel de la próxima Feria de Olivenza. El picador en mitad del ruedo. Solo. Solo entre la gente. En la arena de Olivenza, casi la primera feria de la temporada, el primer fin de semana de marzo. En las tierras de Extremadura, a la vera de Portugal. El delirio entre el público, mientras todo se hunde en las raíces de los poetas, de los artistas, de puño letra de Sabina: Hemingway, Lorca, Orson y sus cenizas en la finca de Ordóñez, Nogales, Boadella, Picasso... Tres días tres, cinco festejos, el regreso de Antonio Ferrera, el paso de las figuras, los figurones, Morante, Manzanares, Juli, Talavante, Perera y los jóvenes Roca Rey, Ginés, Garrido... Serán cinco llenos, una odisea; Sabina pues.
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