Sevilla
Tributo a un héroe
Pepe Moral cogió la sustitución de Joselito Adame en la primera corrida de San Miguel. El cambio inyectó cierto aire a un cartel de serie b rodeado por demasiadas amenzas: las nubes cárdenas, la espantada de público y la "Matillada"de los Hermanos García Jiménez. Pasaron las nubes como borregos mansos, el personal tenía motivos para preferir un Sevilla en racha –un tercio de entrada- pero se cumplió la amenaza de un encierro descastado, rajado, sin fuerza, que sólo posibilitó una ráfaga de diez minutos escasos de emoción. Los diez minutos fueron enteros de Pepe Moral. Uno a uno le fue enchufando los naturales al primer toro de la tarde hasta arrancar la música que se hacía la tonta y poner la plaza con ambiente de oreja. Pero se perfiló el de Los Palacios y se lo llevó el diablo, con un pinchazo arriba, que crujió como crujen cuando se rompen las ramas secas. Con los naturales de Moral, amartillado el sevillano como si fuera un gatillo que pide disparar, murió la tarde.
La clase y las ganas de David Galván –poco le faltó para subirse encima del sexto-, escaso el argumento de Juan del Álamo y casi dos horas de charcutería taurina saludablemente prescindible. Tuvo un acertado detalle La Maestranza anunciando al inicio de la corrida un minuto de silencio por el 30 aniversario de la muerte de Paquirri. Confieso mi convencimiento de que la tarde se iba a sumar a la colección de olvidos imperdonables. Y ya tenía a punto la vara verde para tocarle los ijares a quien tocara. Me alegré equivocarme.
La megafonía de la plaza anunció el respetuoso recuerdo y los toreros, las cuadrillas desmonteradas, el público en pie, rindió tributo a un torero que fue uno de los grandes –por mucha hojarasca Pantojil y del cuore que interfiera en la memoria-, que pagó con sangre su entrega en Sevilla –qué terrible la cogida de aquel toro de Osborne que le abrió en canal los dos muslos-, y que dio, hace treinta años, una de las vueltas al ruedo más dolorosas que se recuerdan en la Maestranza. Hubo peleas judiciales por la grabación en la enfermería de la muerte de Paquirri. Pocas imágenes han hecho tanto por el toreo. Esas imágenes que nos anunciaban con el riesgo de herir nuestra sensibilidad, y que a mi me han obsesionado desde que era un niño, explican la esencia de la Fiesta. Y las debería haber visto Holderlin cuando dijo que en el peligro crece lo que nos salva o Hermann Hesse cuando buscó teorías para defender el espíritu aristocrático de la existencia. En la enfermería de Pozoblanco el único sereno era el que sabía que se moría.
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