Santander
Triple puerta grande en Santander
Ponce, que formó de nuevo un lío bajo los acordes de «La Misión», El Juli y Ginés Marín, en hombros con una notable corrida de Garcigrande en la Feria de Santiago
Ficha del festejo:
Santander. Quinta de la Feria de Santiago. Toros de Garcigrande (3º) y Domingo Hernández. El 1º, aquerenciado y reservón, le costó mucho salir de tablas; el 2º, buen toro, noble, con transmisión y duración, lo quiso todo por bajo; el 3º, mansurrón y desentendido, tuvo transmisión mientras duraron las nobles inercias; el 4º, bravo toro, se vino a más en la muleta, con ritmo, mucha transmisión y gran fondo; el 5º, noble y con bondad, colaborador; y el 6º, sin entrega, a menos enseguida. Lleno de «No hay billetes».
Enrique Ponce, de purísima y oro, estocada baja (silencio); estocada (dos orejas).
El Juli, de tabaco y oro, estocada desprendida (oreja con fuerte petición de la segunda); pinchazo, estocada (oreja).
Ginés Marín, de tórtola y oro, estocada (oreja); estocada algo trasera, aviso (oreja).
La quinta de la Feria de Santiago en Santander deparó una gran tarde toros. Dos figuras de época y un emergente con trazas y aspiración de serlo que no dejaron escapar la interesante corrida de Garcigrande, pareja y armónica de hechuras, que llevó dentro, además, nobleza y transmisión a raudales en tres toros importantes. Así, Ponce, que como hace dos años, formó otro lío bajo los acordes de «La Misión» para desorejar al bravo cuarto, El Juli y Ginés Marín firmaron la triple Puerta Grande. La faena de la tarde llegó en ese cuarto, precioso burraco lucero, bajo y corto de manos, que blandeó de salida y se abrió algo desentendido en el inicio de faena, pero se vino luego arriba por su gran fondo. Tuvo mucha transmisión en sus embestidas. El valenciano olió sangre y formó un alboroto a base de darle celo dejándole la muleta muy puesta siempre en el hocico. Lo empapó de tela, girando siempre sobre los talones. Muy relajado, toreó abandonado desde la primera tanda en redondo. Figura erguida y suavidad primorosa para hacer una elegía al temple. Qué manera de ralentizar las embestidas. La misma sensibilidad que las notas de Ennio Morricone en «La misión». Luego, poncinas y un sinfín de muletazos sin perder pasos, solo girando los talones. Muy ligado. Estocadon en el que recibió un golpe seco.
Antes, no tuvo opción con un primero aquerenciado, que se puso reservón en cuanto había que sacarlo de tablas. El Juli tuvo ambición toda la tarde y, quizás, pudo pasear algún trofeo más. Una al noble segundo, que duró y lo quiso todo por abajo, al que cuajó desde el quite por lopecinas y dejó dos tandas de seda al natural. Otra más cortó –enorme el quite por «julinas» –al quinto, colaborador y con bondad, al que exprimió hasta la última gota en redondo. Toreo de mano muy baja. En ambos toros, firmó epílogos volcánicos marca de la casa por circulares invertidos.
Les acompañó en hombros Ginés Marín, que sacó todo el arsenal del que quiere ser con el mansurrón tercero. Muy templado en redondo, tanto de pie como de rodillas. Ató la Puerta Grande con un sexto sin entrega en el que trazó una ambiciosa segunda mitad de faena, lleno de aplomo y convencimiento. El trasteo tomó vuelo tras tres circulares invertidos, el último de ellos, prolongado con un cambio de mano casi infinito.
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