Actualidad

Córdoba

Un circo llamado Madrid

Fandiño no se entiende con el único toro con opciones en una tarde de diez astados

Derechazo del diestro vasco a uno de los dos sobreros que lidió ayer en Madrid
Derechazo del diestro vasco a uno de los dos sobreros que lidió ayer en Madridlarazon

Las Ventas (Madrid). Segunda de la Feria de Otoño. Se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo, un sobrero (2º bis) de Juan Pedro Domecq, otro más de Fermín Bohórquez (5º bis), también devuelto y sustituido por otro sobrero (5º tris) de El Torero y un cuarto sobrero de El Risco, en sexto lugar, bien presentados los del hierro titular, destartalados los sobreros. Deslucidos y flojos en general. El 1º, inválido; el 2º, noble y con clase, aunque justo de poder; el 3º, deslucido; el 4º, manejable; el 5º, de buen juego; y el 6º, soso y desclasado. Tres cuartos largos de entrada.

Finito de Córdoba, de burdeos y oro, media, cinco descabellos (silencio); estocada (silencio). Iván Fandiño, de nazareno y oro, estocada (saludos); estocada caída, aviso (silencio). Daniel Luque, de carmesí y oro, estocada caída (silencio); estocada corta, descabello (silencio).

Un circo, qué circo, fue Madrid durante dos horas largas, larguísimas, más cerca del tostón infernal que de un espectáculo del que uno pueda convencer a su compañero de localidad de que de verdad esto emociona. Esa historia casi espiritual de la Fiesta que ayer estaba desaparecida. Ni un ápice, ni un resquicio. Un circo y no romano pareció Las Ventas otra vez, cuando ese sexto, que en realidad fue el décimo toro que saltó a la arena, y lo de saltar no es una manera de hablar, el de Risco pisó la arena a saltos. ¿Y qué más daba? Cada uno llega a Madrid como quiere o como puede. El de El Risco que cerró plaza, decíamos, este sí que sí verdad de la buena, rodó como una pelota en el primer muletazo que le dio Luque bajo el Tendido del 5. Ni el calor del Sol, de haberlo, hizo el milagro. El toro tuvo tanta sosería como falta de clase y así la faena, en esto términos, duró una eternidad. Quizá no tanto, pero la tarde nos la debió ralentizar. ¡Cómo había sido el festejo! Núñez del Cuvillo llevó a Madrid una corrida de impecable presentación, muy seria, astifina y honda. Y se acabó. Inválida corrida, de manos, de atrás... Una tortura, un atentado para el mito toro verlo así. De los seis titulares volvieron tres a los corrales. Y por ahí llegó el agujero que nos dio la entrada libre ya al pasen y vean porque Madrid se convirtió en ocasiones en un circo. Sólo un hubo un momento en el que pudimos creer. Fue en el quinto, bis, no, un paso más allá, un toro más, con el tris, de El Torero, que sí quiso empujar en la muleta con fijeza y repetición. El bis fue un toro bajo de presencia para Madrid de Bohórquez, que también volvió para atrás. De ahí que cuando vimos el ímpetu del tris fuera agua en el desierto. Agua para un público sediento. En el centro le marcó las directrices de la faena Iván Fandiño. Era el momento, pero la faena del torero de Orduña no superó los matices técnicos, brusco por momentos y sin dar con esa tecla que tenía el toro. Quizá para una faena corta... quizá quién sabe. La faena no alzó la voz y dio la sensación de que esta vez el ánimo le había ido ganando la batalla. Fandiño se las vio con un sobrero en segundo lugar de Juan Pedro Domecq que con las revoluciones justas lo que sí tuvo fue clase, ponía la cara muy abajo y con voluntad de repetir. Faena correcta sin más.

Finito de Córdoba resolvió con un inválido que fue la apertura, ingenuos, todavía no sabíamos lo que nos venía después, y lo intentó con la diestra con un cuarto, que iba y venía aunque le costaba rematar el último tranco. Luque se ilusionó y nos ilusionó con el tercero. Apenas el prólogo, tres o cuatro muletazos, miserias para un mundo de grandezas. Después el Cuvillo se apagó y si le apretabas más todavía. Lo suyo no era lucharlo por derecho. Y lo nuestro no fue ni el toreo ni el espectáculo. Un circo. Simbólico, con todos los respetos, al circo, que quede claro.