Feria de Bilbao
Un melancólico fado de Dias Gomes entre el cemento veraniego
El luso, con mayor rodaje que sus compañeros, saluda una ovación tras una faena con buen gusto al segundo
Las Ventas (Madrid). Se lidiaron novillos de Gabriel Rojas y un sobrero de Hermanos Sánchez de León (4º), desiguales de presentación. El 1º, manejable y sin maldad; el 2º, manejable pero a menos; el 3º, encastado y con genio, pero desfondado; el 4º, noble, humilló por abajo; el 5º, parado y sin opciones; y el 6º, novillo enclasado, con movilidad y buen fondo. Un quinto de entrada.
Curro Damián, de grana y oro, media defectuosa, pinchazo, aviso, estocada delantera (silencio); pinchazo, estocada, aviso, descabello (división). Manuel Dias Gomes, de azul marino y oro, estocada baja, aviso (saludos); metisaca, pinchazo, bajonazo infame (silencio). Carlos Galván, de verde esperanza y oro, dos pinchazos, estocada trasera (silencio); bajonazo, cuatro pinchazos, estocada casi entera perpendicular (silencio).
En pleno trasiego de turistas y veraneantes, con la canícula apretando ya lo suyo, pero, sobre todo, con ese preocupante gris cemento como escenario de fondo, el novillero portugués Manuel Dias Gomes saludó ayer la única ovación de la tarde en Madrid. Gustaron las formas y la estética del pupilo de Tomás Campuzano. Mucho más cuajado y placeado que sus dos compañeros, un abismo entre ellos, el novillero luso evidenció su mayor rodaje en el segundo. Una faena en la que hubo gusto, encaje y, sobre todo, torería, mucha torería. Dias Gomes trató, con mayor o menor acierto, de hacer las cosas bien. Se acopló con el novillo, le echó los vuelos de la muleta siempre por delante y corrió la mano para llevarlo embarcado. Largo, en algunos muletazos y acompasando con los riñones. Hubo dos buenas tandas en redondo. Otra más al natural. De buena composición. Pero, con el utrero venido a menos, faltó esa serie rotunda, maciza, que prendiera la mecha. Lo mató de estocada baja tras el epílogo por manoletinas y saludó desde el tercio. Ni para eso sirvió el quinto, el más deslucido del encierro, que se paró radicalmente tras la primera serie y no hubo forma de que tomara la muleta. Como pegarse con un muro, el portugués tuvo que desistir. Sainete del lisboeta con la tizona.
Menos bagaje apuntaron los dos debutantes de la tarde. A Curro Damián le llegó la gran oportunidad de anunciarse en Madrid después de ocho años como novillero con picadores. El extremeño anduvo desconfiado con el que rompió plaza. Un astado manejable, que no tuvo demasiada clase y al que faltó más recorrido. Pese a ello, tomó la pañosa sin plantear mayores complicaciones en un trasteo en el que faltó mando y poder para someter a la res. Más suelto se le vio en el cuarto, sobrero de Hermanos Sánchez de León, al que recibió con una larga cambiada. Fue un jabonero noblón que humilló y se dejó hacer, pero pedía firmeza y mano baja. Lo probó y estuvo más relajado, menos atenazado aunque con los palpables lastres de su inexperiencia en otra labor que no tomó vuelo en ningún momento.
Idéntico problema de fondo se encontró Carlos Galván. Pocas fechas del calendario en rojo para vestirse de torero. Esas pocas «tablas» las suplió el madrileño con tesón e ilusión. No perdonó en quites y puso empeño en sus dos astados. Con el tercero, muy en el tipo de Núñez y con mucha casta, tuvo que fajarse en el recibo, porque el animal apretó lo suyo. Tras dos pares soberbios del galardonado –en San Isidro– Ángel Otero, el castaño se vino a menos porque, como a sus hermanos, no le sobró motor. Pese a ello, salvó la papeleta con voluntad e incluso templó algún natural suelto. Otra faena a izquierdas planteó en el sexto, un «Estudioso» que, fiel a su encaste, desarrolló ese buen fondo en el último tercio. De menos a más, Galván dibujó algunos naturales convincentes para un público que se desencantó por su mal uso de los aceros.
Sólo una ovación. Un fado portugués de Dias Gomes en plena melancolía de San Isidro. Tanto cemento urge solución.
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