Feria de Málaga
Un natural, el toreo, en el patio de casa
Alejandro Talavante abre la Puerta Grande y El Juli corta una oreja en «Sanse»
San Sebastián de los Reyes (Madrid). Feria de Los Remedios. Se lidiaron toros de la madrileña ganadería de Victoriano del Río, muy anovillados de presentación. El 1º, muy noble, suave, de buen juego y fuerza justa; el 2º, rajado; el 3º, de buena condición, justo de poder y a menos; el 4º, noble, de buena condición y justo de poder; el 5º, apagado y desentendido; y el 6º, desigual ritmo por el pitón derecho, noble y suavón por el izquierdo. Tres cuartos de entrada en los tendidos.
El Juli, de gris plomo y oro, estocada trasera (oreja); tres pinchazos, estocada trasera, aviso (saludos). Miguel Ángel Perera, de azulón y oro, estocada (saludos); pinchazo, estocada (silencio). Alejandro Talavante, de malva y oro, estocada, tres descabellos (saludos); estocada (dos orejas).
a tarde había que verla con los ojos a medio abrir para no suspirar. Primero por el toro, anovillados todos y en esa espiral por el simulacro en el que acabó la suerte de varas. Pasado este trance, la corrida de Victoriano del Río, que pasó por el caballo con una timidez tremenda, un puyazo, en algunos casos para aparentar, fue noble, algunos de buen juego, y todos justos de poder. Entre eso y la presencia la sensación era entre rebajada y espesa como la temperatura de la tarde en este final de mes de agosto. A Talavante, que se fue a hombros en esta temporada extraña, el saldo de cuentas, el precio de la independencia, las cosas que no acaban de rodar... le adjudicamos el muletazo de la tarde. Un natural. Lento para recordarlo hasta la eternidad. Qué bárbaro. Fue en el toro que cerró plaza, muy pobre de presencia, echó por delante el más grande, tenía el toro muchas desigualdades en el ritmo por el derecho y al natural descolgaba con lentitud. Y por ahí fue para llenarse. El resto parecían intentos de querer encontrar ese ritmo tan excelso y lo logró en un pase de pecho, vertical, muy torero, a la hombrera, enrevesada la cadera. Luego llegaron más naturales, con ese poso bueno que le ha dejado el invierno. Y cuando se fue tras la espada, acabó por pasear los dos trofeos. Por el acero se le fue la faena del tercero, que tuvo buena condición y el fondo justo.
El otro trofeo fue para El Juli. Excelsa fue la condición del burel, justito de poder, raso de emoción. El Juli lo hizo perfecto. Mucho torero para poco toro. Al cuarto lo pinchó. El de Victoriano tuvo nobleza, buena condición y el brío contenido. Más de lo mismo en las manos de Julián. A Perera se le rajó el segundo al poco de empezar y con el quinto, al que hizo toda la faena sin ayuda, le faltó transmisión para que aquello tuviera importancia. Lo dicho, que la sensación era ver a tres figuras torear en el patio de su casa. Y en esa fiesta nadie se acordó de guardar un minuto de silencio en memoria de quien perdió la vida en el ruedo hace 29 años, José Cubero «Yiyo». Que en paz descanse.
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