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Un triunfo con clase

Puerta grande para Manzanares en el 50 aniversario del coso alcarreño de La Muralla

El Rey Juan Carlos no quiso perderse la tradicional Corrida de Primavera de Brihuega, donde ocupó una barrera en el tendido uno.
El Rey Juan Carlos no quiso perderse la tradicional Corrida de Primavera de Brihuega, donde ocupó una barrera en el tendido uno.larazon

- Brihuega (Guadalajara). Sábado 11 de abril. Corrida de la Primavera. Toros de Zalduendo, justos de presencia, nobles pero desrazados y algunos, como primero, cuarto y quinto, en el límite de las fuerzas. El más toreable, el tercero.

- Enrique Ponce, pinchazo y estocada (silencio); y pinchazo y estocada desprendida (oreja tras aviso).

- José Antonio «Morante de la Puebla», dos pinchazos y estocada (silencio); y pinchazo y bajonazo (oreja tras aviso).

- José María Manzanares, media (oreja); y media caída y atravesada (oreja).

- Tres cuartos largos de entrada en tarde lluviosa.

No fue el aniversario que se merecía el coso de La Muralla de Brihuega, que ayer conmemoraba 50 años de su inauguración, a pesar del corte de cuatro orejas y de la salida a hombros final de José María Manzanares. Un día que debería haber sido festivo por el gran ambiente de toros que desde horas antes se podía respirar en esta localidad alcarreña y, sobre todo, por el cartel tan rematado que había cerrado la empresa, sin embargo, y a decir verdad, la tarde fue por momentos algo dantesca.

La falta de organización propició que la función no llegara a romper como se esperaba, desbordada por momentos, fundamentalmente por el incomodísimo clima lluvioso, que hizo que el acceso a la plaza fuera un calvario, tanto que hasta el quinto toro había gente todavía entrando al recinto, quedándose incluso muchos aficionados de pie en los accesos a los tendidos sin llegar a sentarse. Una pena, pues el esfuerzo tan de agradecer que hizo la empresa Campo Bravo Alcarreño por convertir a Brihuega en el epicentro taurino nacional por un día quedó un tanto empañado por tanta calamidad extra taurina.

Ponce tuvo en primer lugar un toro que, pese a su nobleza, se sujetaba con alfileres. El valenciano llevó a cabo una labor de enfermero, a base de mucha suavidad y haciendo todo a media altura, sin poder fajarse con él, o lo que es lo mismo, sin emoción.

El cuarto fue un toro mortecino ya de salida, que llegó a derrumbarse en las probaturas de muleta, pero Ponce, en un alarde de técnica, extrajo pases muy meritorios sobre la diestra en una labor de menos a más, en la que el de Chiva obró el milagro de afianzar a su antagonista, exprimiendo lo poco que tenía dentro.

Comunicación, sapiencia y buen hacer de Ponce, que cerró faena con su personal «poncina» y otros alardes también a modo para acabar despenando a su oponente en el segundo envite con la espada, lo que le permitió cortar una oreja.

Morante dejó destellos de su magnífico toreo en su primero; sin embargo, la poca entidad y la nula transmisión del astado restó prestancia a todo lo que hizo. Alguna verónica aislada con el capote y algún que otro muletazo encajado y de buen aire puso cierto argumento a una labor emborronada a última hora con la espada.

El quinto, el de mayor presencia de la corrida, flojeó ya en el saludo de capote de un Morante que, pese al torerísimo inicio por alto, no pudo armar faena por la manifiesta invalidez del toro. Hubo cositas sueltas, pero el conjunto no tuvo continuidad. La gente disfrutó, que al final es de lo que se trata, por eso tras un pinchazo y un bajonazo, cortó una oreja.

El primero de Manzanares apuntó clase por la manera de colocar la cara, tomando la muleta humillado y repitiendo unas embestidas un tanto cansinas por su falta de gas. Un toro ideal para el alicantino, que se recreó por momentos con un toreo tan cadencioso y ligado como lineal, es decir, sin demasiado ajuste.

La media estocada con la que finiquitó al animal fue suficiente para cortar una oreja. El sexto fue otro toro que se movió pero con poquito celo, y Manzanares volvió a instrumentar una labor hilvanada por el derecho, aunque con notables desigualdades, como la falta de apreturas y los dos desarmes que sufrió. La espada entró de aquella manera, pero no fue óbice para que cortara el trofeo que le hacía falta para la puerta grande.

Un espectador de excepción

El Rey Juan Carlos no quiso perderse la tradicional Corrida de Primavera de Brihuega, donde ocupó una barrera en el tendido uno. En una jornada incómoda por la persistente lluvia, estuvo acompañado por la presidenta de Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal. Los toreros actuantes brindaron a Don Juan Carlos sus respectivas primeras faenas.