Pamplona
Una de Dolores para no salir del anonimato
Paulita hace lo más destacado de la tarde en Pamplona
Pamplona. Cuarta de San Fermín. Se lidiaron toros de Dolores Aguirre, bien presentados. El 1º, derrotón; el 2º, noble, con movilidad y a media altura; el 3º, flojo y rebrincado; el 4º, de mala condición; el 5º, malo, repone y de corto viaje; y el 6º, malo. Lleno en los tendidos.
Uceda Leal, de azul noche y oro, pinchazo, estocada caída (silencio); pinchazo, estocada baja (silencio). Francisco Marco, de verde botella y oro, pinchazo, estocada caída (silencio); media estocada, dos descabellos (silencio). Paulita, de grana y oro, tres pinchazos, media (silencio); estocada, descabello (silencio).
Hay detalles imperceptibles para muchos y vitales para otros. Por eso cuando Paulita se estiró a la verónica en el tercero, con el Dolores de su presentación en Pamplona el bullicio se hizo silencio, sólo imaginario claro. Poco cambiaba en realidad. Mucho lo que hasta entonces había ocurrido en el ruedo. Paulita se abrió de capa para creérselo y dibujar un par de verónicas de las que marcan la diferencia y luego nos ponemos a hablar. De ahí, que en ese mismo momento, pusiéramos el contador a cero de nuevo, la tarde recobrara sentido. O tomaba otro camino. No sé. Paulita toreó casi siempre entre ese ensordecedor ruido del que es difícil escapar, pero Paulita, necesitado de triunfo, de oreja, de más ruido todavía del que venía de las peñas, no renunció ni un segundo a su concepto. Tan puro y bueno que no siempre llega a la mayoría, pero una delicia. Asentado siempre, encajado y con una sensación de suavidad a la hora de manejar los trastos, a pesar de que delante tuviera un ejemplar de Dolores Aguirre. Un toro deslumbrante de cara, inmensa, no, no más grande todavía, pero con las fuerzas más que justas y por ello rebrincado en el viaje. Qué pena. ¡Si hubiera querido más en los vuelos de esa muleta! Paulita arrancó tres naturales al toro, que tenía calidad a pesar de la merma de empuje, soberbios. Más despacio de lo que uno pueda pensar, por abajo, sometido y entregados ambos. Aquello era el toreo, aunque fuera un paréntesis y luego llegara una espada de poco ímpetu. Y resultó ser un paréntesis general. Nunca más llegó en ese despeñe de la tarde. El sexto hizo buena pelea en varas y se le dio. Fue malo después, defendiéndose por arriba y Paulita anduvo solvente pero no había para más. Llevábamos tres toros de Dolores cortados por el mismo patrón: cuarto, quinto y sexto. Y de ahí al lucimiento hubo una frontera insalvable.
Uceda Leal abrió plaza y poco más. Abrevió con un cuarto al que se le leían las intenciones y no llegó a entenderse con un primero, que tuvo movilidad, se desplazaba y lo hacía con un derrote. Como toda la faena fue por arriba, nos quedaron dudas.
Francisco Marco toreaba la primera corrida del año con un toraco a la pamplonesa de quitar el hipo. La suerte le acompañó y aunque el de Dolores salió suelto de salida, en varas e incluso en banderillas, tuvo muchas cosas buenas para la muleta y entre ellas la nobleza, la movilidad y la largura en el viaje aunque fuera a media altura. Se firmaba un toro así de antemano. Marco anduvo digno y ya al final tiró de recursos, rodillas, desplantes, pero la espada fue una cruz. Y otra se llevó con el quinto, de malas ideas, reponiendo y quedándose corto, y el toro de Pamplona, claro. Un papelón. Se justificó Marco. Una cuesta abajo había sido la corrida de Dolores. No fue como para salir del anonimato.
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