Badajoz

Valor y fe de un gran Talavante

El diestro extremeño abrió la Puerta Grande ante el fiasco ganadero en la última de feria

Natural de Alejandro Talavante a uno de los astados de Juan Pedro Domecq de su lote
Natural de Alejandro Talavante a uno de los astados de Juan Pedro Domecq de su lotelarazon

Olivenza (Badajoz). Última de la Feria Ibérica del Toro. Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq, el 3º como sobrero, desiguales y justos de presentación. El 1º, rebrincado y frenado; el 2º, noble y repetidor aunque falto final; el 3º, complicado y muy mirón; el 4º, descastado y deslucido; el 5º, inválido; y el 6º, manejable. Lleno.

Enrique Ponce, de grana y oro, pinchazo, estocada corta caída (saludos); pinchazo, media, aviso, descabello (saludos). Morante de la Puebla, de nazareno y oro, media tendida (saludos); pinchazo, estocada corta (silencio). Alejandro Talavante, de obispo y oro, estocada, aviso (oreja); estocada (oreja).

Un cambio de mano tan largo, tan hondo, tan profundo, embarcó al toro y lo soltó en el más allá. Y por allí quedaron los pensamientos hasta entonces. Eran las manos de Morante con un «Juampedro», su primer toro, el segundo de la tarde. Aquel cambio de mano remató la serie y normal, nada cabía después. Tras tomar oxígeno, toro, torero y público, deambuló por la derecha. Hubo toreo bueno. El animal fue al engaño más de lo que había cantado en los primeros tercios, que amenazaba con perder las manos, aguantó poco pero alguna tanda tuvo enjundia y el toro calidad. Cuando nos metíamos de lleno en la faena, se acabó.

Se le esfumó la gasolina al tercero, bis, casi antes de empezar. O eso nos creíamos. Talavante se encargó de darle la vuelta a la historia, de llenarla de argumentos. Pero como previo, en un tú a tú, en la distancia, nos dejó un quite por chicuelinas de mano baja, personalidad. Después, se la jugó sin lugar a la mentira ni a la trampa. Una explosión de emociones, impacto, iba el toro, miradita antes preembestida, examinando el terreno antes de pasar. Qué miedo. Ninguno transmitió él. Ese impacto del toro que parecía llegar directo a sus muslos lo convirtió Talavante en toreo despacioso, intenso y muy emocionante, con pasajes volcánicos muy bien resueltos. Faena importante de torero grande y comprometido. Le ha sentado bien el invierno mexicano.

Ocurrió después que la corrida de Juan Pedro Domecq resultó un desastre. La mancha negra de esta feria de Olivenza. Un mal sabor de boca. Y mientras rodaba el quinto, imposible, inválido, abierto de manos y veíamos a Morante ante la nada, la desesperación lo llenaba todo. Un mundo había entre lo que estábamos viendo y lo que nos habíamos llevado en la novillada matinal de El Freixo, propiedad de El Juli. Encierro bueno y bravo con un descubrimiento de la tierra brutal: Ginés Marín. Tan nuevo que debutaba ayer por la mañana. Tan hecho, que parecía una figura con una capacidad asombrosa. Impresionante el sitio, los terrenos que pisó buscando un pitón contrario infinito y los logros. Torero mayúsculo y apuesta seria. No ha venido a pasar el tiempo, y mucho menos a perderlo. Posada Maravillas sigue teniendo una izquierda por descubrir, un laberinto de magia y expresión en su manera de desenvolverse en el ruedo y el debutante Luis Manuel Terrón estuvo a la altura del acontecimiento. Una gran mañana de toros. Una novillada que nos reforzó el futuro.

Volviendo a la tarde, Enrique Ponce aligeró el espectáculo con un primer ejemplar rebrincado y que iba frenado en la muleta. Con el poco celo y la escasa transmisión del cuarto, Ponce optó por una faena larga y de cercanías.

Quedaba uno, sólo uno, y para Talavante. El de Badajoz encendió una mecha que parecía imposible. El sexto quería ir pero le costaba, justo de fuerza y con lo que había caído la tarde una remontada se antojaba imposible. Lo logró, ayudó al toro y lo exprimió, templó el ambiente, hundió la espada y sumó otro trofeo. Una Puerta Grande y... Lo dicho, un nombre emergente Ginés Marín. Talavante ha pisado España con aire renovado.