Valencia

Ventura se lleva el último mano a mano

El rejoneador cortó dos orejas en Valencia y una paseó Cartagena en un duelo desangelado por el poco juego del ganado

Ventura abandona el coso valenciano en volandas
Ventura abandona el coso valenciano en volandaslarazon

Valencia. Última de la Feria de Julio. Se lidiaron toros de Fermín Bohórquez, bien presentados y de poco juego en general. El 2º y el 6º fueron los de mejor son. Andy Cartagena, rejonazo contrario y bajo (oreja); pinchazo, rejón (palmas); rejonazo, dos descabellos, pie a tierra (ovación). Diego Ventura, rejonazo (oreja); pinchazo, rejonazo (oreja); dos pinchazos, rejonazo, un descabello (ovación). Un tercio de entrada.

Un tercer mano a mano, este a caballo, sirvió para abrochar la Feria de Julio de Valencia. Una función en la que no acabó de colaborar el ganado y en la que los de a caballo echaron mano de toda su parafernalia para calentar los tendidos, que propiciaron la salida a hombros de Diego Ventura tras cortar dos orejas.

Andy Cartagena se enfrentó en primer lugar a un toro que salió con muchos pies, pero que enseguida comenzó a distraerse y fue muy a su aire. Le costó trabajo encelarle antes de banderillear con facilidad a una y dos manos, lucirse en los quiebros preparatorios y clavar las cortas al violín. También paró con pasmosa facilidad y no poco temple a su segundo, con el que tiró de ortodoxia y clasicismo para banderillear a un toro que tendía a rajarse. Tras pedir a la banda que atacase «Paquito el chocolatero», dio rienda suelta a su más explosiva espectacularidad en una labor, que acabó teniendo más envoltorio que contenido, y a la que le costó rematar con el rejón de muerte.

Tuvo más fuelle de salida el quinto, aunque en el segundo tercio comenzó a pararse y obligó al benidormí a ser él quien llevase el peso del enfrentamiento. Clavó muchos hierros y se valió de las habilidades de sus monturas para calentar el ambiente. Perdió la Puerta Grande al demorarse con el verduguillo pie a tierra.

Diego Ventura cuidó mucho a su primero, al que paró con un único rejón de castigo y dejó respirar, sin agobiarle en exceso. Luego, provocó al público con sus cabriolas y gesticulaciones al banderillear de manera irregular y sorprendiendo a un astado que se acabó parando.

Se le fue trasero y contrario el único rejón de castigo que empleó para atemperar a su segundo oponente. Banderilleó con bastante desajuste y a velocidad de vértigo. Lo más aplaudido fueron los numeritos casi circenses con que adobó su actuación. Paró al sexto con la garrocha, en una de las estampas más bonitas de la tarde y se fue creciendo poco a poco hasta componer un quehacer festivo. Eso sí, va en sus genes y es marca de la casa; pero a la vez eficaz y con alguna improvisación muy celebrada por un público que se entusiasmó cuando su caballo «Morante» intentó morder al toro. Perdió una tercera oreja al fallar con el rejón de muerte.