Feria de San Isidro
Y a la novena, el resacón
Robleño, Delgado y Silveti poco pudieron hacer con un deslucido encierro en la Feria de San Isidro de Las Ventas
Robleño, Delgado y Silveti poco pudieron hacer con un deslucido encierro en la Feria de San Isidro de Las Ventas
Las Ventas (Madrid). Novena de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de Flor de Jara, y dos, 5º y 6º, de San Martín, desiguales de presentación. El 1º, tan noble como soso; el 2º y el 3º, nobles, de buen son y escasa transmisión; el 4º, rebrincado y repone; el 5º, orientado; el 6º, manejable. Tres cuartos de entrada.
Fernando Robleño, de azul pavo y oro, metisaca (silencio); pinchazo, estocada caída, descabello (silencio).
Miguel Ángel Delgado, de malva y oro, buena estocada (saludos); estocada, cuatro descabellos (silencio).
Diego Silveti, de teja y oro, estocada en lo alto tendida, dos descabellos (silencio); estocada (silencio).
Y nos dimos cuenta de pronto de lo bien que habíamos llegado hasta aquí cuando nos pasó por encima la infumable tarde que hacía novena del abono de San Isidro. No embistió la corrida de Flor de Jara con doble remiendo de San Martín y la tarde se nos fue a la deriva, explicándonos, con el recuerdo aún fresco de la tarde anterior que no siempre es lo mismo. Del valor seco y atropellado del peruano Roca Rey que con sus 19 años está poniendo al revés su carrera. Y que vuelve el día del patrón para alimentar la desidia antes de que se enquiste. Lo hace con otro grande de lo que va de feria, y de otras ferias, Alejandro Talavante, que dejó el pasado viernes, una faena de figurón al alcance de los que quieren de verdad. Sin más. Sólo en esas ocasiones en las que se da el paso adelante porque ya no es posible darlo atrás. Cuestión de convicción. Faltó la lluvia y acabó por sobrarnos el frío pero parece que nos acercamos sigilosamente a la parte buena de la feria. O eso dicen. Entre dos de las tres contrataciones que tiene Talavante en Madrid se anunció una corrida de Santa Coloma que no funcionó, a pesar de la nobleza de ese primer toro que abrió plaza. Pasaba por allí, no hacía grandes preguntas ni podías esperar elevadas respuestas. Las revoluciones justas y escasa transmisión en la faena de un veterano en los ruedos y en éste, el suyo, Fernando Robleño. Pero ni por ésas la historia alcanzó más gloria que la de la corrección. Quedaba mucho. Y tan poco. Al madrileño se le complicó un cuarto de embestida rebrincada y que reponía. Funcionaba mejor en línea y por abajo, pero sin acabar de rodar. Y en ese rol buscando las teclas, entre parada y parada y alguna que otra mirada, pasábamos el tiempo.
En el toro de Miguel Ángel Delgado se desmonteraron Curro Robles y Fernando Sánchez. Dio el sevillano después todo lo que tuvo con un toro noblón, que se dejaba y la emoción por debajo del límite. Quiso el torero con más voluntad que gloria y lo mató con mucha decisión. El quinto, que era de San Martín, desarrolló peligro. Mirón. Mucho. Y orientado, buscando gente por detrás del trapo sin demasiado énfasis pero molestón. Digno Delgado.
Silveti dejó los mejores muletazos con el sexto que fue el toro más manejable. Iba y venía sin comprometer. Oficio y resolutivo en el fin de fiesta de la tarde. Quitó por cordobinas en el tercero como preámbulo a los dos pases cambiados por la espalda con los que comenzó la faena. Después, al noble y desentendido toro, le alteró el toreo fundamental por encontrar calor con lo accesorio, mas el frío había calado. Y no era para menos.
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