Feria de San Isidro
Tres naturales inolvidables en tarde para el olvido
Buena tarde de Fortes; valor de Juan Leal y voluntad de Luque
Buena tarde de Fortes; valor de Juan Leal y voluntad de Luque
Las Ventas. Duodécima de San Isidro. Se lidiaron toros de Valdefresno y Fraile Mazas (5º y 6º), bien presentados en conjunto. El 1º, devuelto, corre turno, deslucido; el 2º, de media embestida y poco juego; el 3º, muy peligroso; el 4º, sobrero de Carriquiri, noble pero de más a menos; el 5º, a menos y sin transmisión; y el 6º, de media arrancada y deslucido. Menos de tres cuartos de entrada: 14.859 espectadores.
Daniel Luque, de burdeos y oro, estocada trasera (silencio); pinchazo, estocada, descabello (silencio)
Fortes, de azul cielo y azabache, estocada, dos descabellos (silencio); estocada caída, descabello (silencio)
Juan Leal, de morado y oro, media, descabello, aviso (saludos); pinchazo, estocada (silencio).
Parar un paseíllo en Madrid y guardar un minuto de silencio, de los que duelen, porque un suicida decidiera reventar la vida a 22 personas y sus 22 familias cuesta. Cuesta reconciliarse con un mundo de locos con pellizcos de felicidad, mientras nos dejan. El minuto de silencio fue de los sepulcrales, endemoniado incluso por la tragedia a la que nos abocaba la cabeza. Volvimos a la plaza. A nuestra propia tragedia griega de pureza a pesar de que el primero tal cual salió de toriles volvió. Minuto arriba minuto abajo. Pena del toro de Valdefresno. Corrió turno Daniel Luque en su única tarde de San Isidro, pero no le dio el hierro titular, bis, mayor alegría. Deslucido en el último tercio y metiéndose por dentro. No pudo hacer más que justificarse. Fue bis también el cuarto y de Carriquiri. Nos mantuvo alerta el toro desde el principio: frenado y a la defensiva, y sin querer ver al caballo ni loco, pero luego tragó en la muleta aunque con menos duración de la esperada. Y se evaporó todo. Una pena.
Hay hombres dispuestos a morir, a pesar de que la realidad ya les haya puesto a las puertas. Y en más de una ocasión. Ese es Jiménez Fortes. Saúl de nombre. El mismo que el otro día dejó un gran sabor de boca en esta misma plaza, el mismo que en otras ocasiones nos ha dejado con el corazón roto y a la espera de noticias que nos empujaban al abismo. Ayer se puso en el centro del ruedo para empezar la faena al segundo con un cartucho del pescao, pero además de rodillas, y no sólo aguantó ese envite sin moverse lo más mínimo mientras el toro galopaba desde la otra punta, sino que además le sopló tres naturales grandiosos, templados, largos y tremendos. Lástima que la nobleza del toro no se encumbrara con la largura del viaje. Y de ahí que la faena no alcanzara la dimensión del torero que tenía delante. Seguridad, paz, temple y buenos argumentos tuvo la faena de Fortes. No había más. El quinto tampoco dejó puertas abiertas a la felicidad. Pero dejó temple, gusto y armonía. Y ganas de volver a verle.
Con una pedresina homenajeó Juan Leal al maestro. Fue buen comienzo de faena al tercero, que apretó por dentro cual demonio. De demonio a asesino en serie fue su evolución. Al natural tampoco regaló nada. Cada muletazo suponía jugarse los muslos. Valor tuvo hasta parecer que le sobraba. Invasivo con los terrenos del toro, a pesar de que abusó de intentar basar la faena en circulares y eso en Madrid no acaba de encajar. Asustó al miedo. Esa línea siguió con el sexto, de media arrancada y paradote. La tarde, en gran parte, había sido para el olvido.
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